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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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a ser maravillosamente pura; así es como Pedro, después de<br />

su triple negación, tropieza con la mirada de Jesús y comienza<br />

a derramar lágrimas que jamás han de cesar; como el buen<br />

ladrón, hasta entonces malhechor y blasfemo, realiza en el<br />

postrer momento una entera conversión y recibe de boca del<br />

Salvador la más consoladora seguridad; de esta manera es<br />

como los Apóstoles, antes tímidos e imperfectos, son<br />

confirmados en gracia y colmados de un valor intrépido el día<br />

de Pentecostés; como Saulo, el ardiente perseguidor, cae<br />

postrado en el camino de Damasco y pronto quedará<br />

convertido en un Apóstol no menos ardoroso. Dios pudiera sin<br />

dificultad hacernos pasar en un instante del pecado o de la<br />

tibieza a las más santas disposiciones, ya que en su poder<br />

están todas estas maravillosas transformaciones, mas, como<br />

advierte San Francisco de Sales, «son tan extraordinarias en<br />

la gracia, como la resurrección de los cuerpos en la<br />

naturaleza; de suerte, que no hemos de pretenderías». De<br />

igual manera, Dios pudiera calmar a las almas a quienes ve en<br />

la turbación o en otras disposiciones penosas, y hacerlo con<br />

una sola palabra suya, y establecerlas súbitamente en el<br />

estado en que El las quiere. Hácelo algunas veces, pero no es<br />

éste su método habitual. Prefiere que la «purgación y curación<br />

ordinaria, sea de los cuerpos, sea de los espíritus, no se haga<br />

sino poco a poco, progresivamente, paso a paso y entre<br />

dificultades y gustos».<br />

Dios juzga más glorioso para nosotros y para El no<br />

salvarnos sin nosotros, o que nuestra perdición dependa de<br />

nosotros. Si nos preservase, si nos convirtiese, si nos<br />

transformase casi sin trabajo de nuestra parte, ¿dónde estaría<br />

nuestro mérito? Por el contrario, dejándonos más tiempo a<br />

nuestra propia determinación, exige de nosotros mayores<br />

esfuerzos, pero nos ofrece con el honor y mérito una fuente de<br />

incesantes progresos por la vigilancia, la oración, el combate,<br />

la penitencia, la humildad, la mortificación cristiana.<br />

Habiéndonos creado libres, nos gobierna libremente, juzgando<br />

preferible sacar bien del mal, a costa de nuestra libertad.<br />

Quiere, pues, que luchemos contra nuestras malas<br />

inclinaciones, nuestras pasiones desarregladas y los<br />

enemigos de fuera. El, que nos ha trazado el camino, nos<br />

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