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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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Artículo 3º.- Las impotencias de la voluntad<br />

¿Proviene quizá esta dificultad del agotamiento físico? El<br />

remedio sería dar al cuerpo un poco de vigor.<br />

Las almas menos adelantadas, los tibios y los pecadores,<br />

son molestados en su acción por sus grandes y pequeñas<br />

pasiones: que practiquen la penitencia y la mortificación<br />

interior y poco a poco se verán libres de sus lazos.<br />

Un alma que es toda de Dios, sin haber pasado aún el<br />

camino ordinario, puede ser probada por una profunda aridez<br />

de sentimientos, por esas tinieblas y esta insensibilidad de que<br />

hemos hablado, y esto basta para que experimente cierta<br />

impotencia en la práctica de las virtudes, y sobre todo en la<br />

oración.<br />

En esta alma, la impotencia para practicar las virtudes no<br />

es sino relativa, es más aparente que real. Es ante todo una<br />

impotencia para practicarlas con sentimiento; y por aquello de<br />

que no siente ni el amor, ni la contrición, ni las otras virtudes,<br />

se figura que no las tiene y que no hace nada. Pero es una<br />

ilusión: una cosa es, según queda dicho, producir actos<br />

buenos, y otra sentir su impresión. Dios pide las obras, mas no<br />

exige el sentimiento. Es más: si permaneces fiel a todos los<br />

deberes sin el apoyo de los consuelos y dulzuras, la buena<br />

voluntad es más agradable a Dios y más meritoria para<br />

nosotros, porque ha sido necesario más espíritu de sacrificio.<br />

Quizá exista aún alguna otra causa de ilusión: se habían<br />

formado grandes proyectos, soñado con virtudes heroicas,<br />

acariciado un ideal más o menos quimérico. Al no conseguir<br />

dicho objeto, se desvanecen vanas esperanzas y nos<br />

despojamos un poco de nuestro orgullo. Lejos de contristamos<br />

por ello, habíamos de bendecir a Dios que nos conserva en la<br />

humildad y nos llama a la realidad. A pesar de todas las<br />

decepciones de este género, una cosa seguirá siendo<br />

enteramente posible, y es lo que forma la esencia de la<br />

santificación, es decir, la guarda de las leyes de Dios y de la<br />

Iglesia, y nuestras obligaciones. Un religioso observará<br />

siempre sus votos, amará su Regla, obedecerá a sus<br />

Superiores, vivirá en paz con sus hermanos, gobernará sus<br />

pasiones, ofrecerá a Dios sus actos, soportará con paciencia<br />

sus penas, y de esta manera atesorará un caudal inapreciable<br />

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