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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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místicas. Al intento nos hará suprimir poco a poco los actos<br />

discursivos, metódicos, complicados y variados, para<br />

encaminarnos hacia una oración de simple mirada con actos<br />

más breves y menos variados, o en un amoroso silencio. Esta<br />

operación divina es una preciosísima gracia y, muy lejos de<br />

contrariaría, prestémonos a ella con docilidad llena de<br />

confianza. Mas convendrá buscar en algún buen libro, y con<br />

preferencia en un director experimentado, las luces y la<br />

dirección que son entonces particularmente necesarias.<br />

En todo caso, es una excelente ocasión de progreso<br />

espiritual y abandono filial. «No os alarméis -dice el P. de<br />

Caussade- lejos estáis de perder el tiempo en la oración; la<br />

podréis hacer más sosegada, pero no más meritoria ni más<br />

útil, porque la oración de sufrimiento y anonadamiento, si bien<br />

es la más dolorosa, es también la que más purifica el alma y la<br />

que nos hace morir antes a nosotros mismos, para no vivir<br />

sino en Dios y para Dios. ¡ Cuánto me agradan esas oraciones<br />

en las que os mantenéis en presencia de Dios como un<br />

jumento, insensible a todo y oprimido bajo el peso de todo<br />

género de tentaciones! ¡Qué cosa más a propósito para<br />

humillar, confundir, anonadar vuestra alma delante de Dios!<br />

Eso es lo que El se propone, y adonde conducen estas<br />

aparentes miserias. Con tal que no sea un obstáculo para<br />

cumplir vuestros ejercicios de piedad, habéis de considerar<br />

esa estupidez como una prueba a que Dios os somete, y que<br />

os es común con casi todos los santos. Sed fiel, que en su<br />

aceptación hallaréis un ejercicio muy meritorio de paciencia,<br />

de sumisión, de humildad interior, y no puede ser perjudicial<br />

sino al amor propio que muere poco a poco, y se aniquila por<br />

este medio más eficazmente que con todas las mortificaciones<br />

exteriores... Jamás se llega a la entera desconfianza de sí<br />

mismos y a una perfecta confianza en Dios, sino después de<br />

haber pasado por estos diversos estados de completa<br />

insensibilidad y absoluta impotencia. ¡Dichosos estados que<br />

producen tan maravillosos efectos...! No hay sacrificio, por otra<br />

parte, que Dios acepte con mayor complacencia que esta<br />

entera donación de un corazón destrozado y anonadado; es<br />

en verdad el holocausto de agradable olor. Las oraciones más<br />

dulces y más fervientes, las más rigurosas mortificaciones<br />

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