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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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deseado ser como El pobres, sufridos, despreciados. Dios<br />

Padre los ha crucificado con su Hijo tiernamente amado, y los<br />

más amantes han sido los más probados, siendo hacia el fin<br />

de su vida, época de su más elevada perfección, cuando de<br />

ordinario más han sufrido. «Porque eran agradables a Dios,<br />

fue necesario que la tentación los probara». La tribulación ha<br />

sido, por decirlo así, la recompensa de sus trabajos pasados a<br />

la vez que la consumación de su santidad.<br />

Nadie hay que no haya vivido sobre la cruz, ni uno que no<br />

se haya alegrado de sufrir en ella con su adorado Maestro.<br />

Todos, como Nuestro Padre San Benito, han preferido<br />

«padecer los desprecios del mundo a recibir sus alabanzas, y<br />

a agotarse con trabajos más bien que ser colmados de los<br />

favores del siglo». El bienaventurado Susón, cuando por<br />

excepción disfrutaba una tregua en sus continuas pruebas,<br />

lamentábase ante las religiosas, sus hijas espirituales: «Temo<br />

mucho ir por mal camino, porque hace ya cuatro semanas que<br />

no he recibido ataques de nadie; tengo miedo de si Dios no<br />

pensará ya en mí». Apenas acababa de hablar cuando se le<br />

viene a anunciar que personas poderosas han jurado su<br />

perdición. A esta noticia no pudo menos que experimentar<br />

inmediatamente un movimiento de terror. «Desearía saber por<br />

qué he merecido la muerte. - Es por las conversiones que<br />

obráis. - ¡Entonces! ¡Sea Dios bendito! » Vuelve lleno de gozo<br />

a la reja: «Animo, hermanas mías, que Dios ha pensado en mí<br />

y aún no me ha olvidado». Nosotros decimos en nuestras<br />

pruebas: Basta, Dios mío, basta. La venerable María<br />

Magdalena Postel, por el contrario, repetía sin cesar: «Aún<br />

más, Señor, aún más; ven, cruz, que te abrazo. ¡Dios mío,<br />

bendito seáis! Vos no nos humilláis sino para elevarnos más».<br />

En una circunstancia muy penosa, Santa Teresa del Niño<br />

Jesús escribía a su hermana: « ¡Cuánto nos ama Jesús, pues<br />

que nos envía dolor tan grande! La eternidad no será bastante<br />

larga para bendecirlo por ello. Nos colma de sus favores como<br />

colmaba a los grandes Santos... El sufrimiento y la humillación<br />

son el único camino que forma los Santos. Nuestra prueba es<br />

una ruina de oro que es preciso explotar. Ofrezcamos nuestro<br />

sufrimiento a Jesús para salvar las almas».<br />

De todo esto concluyamos con San Alfonso: «Algunas<br />

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