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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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con bastante frecuencia algunas que son movidas por El en<br />

sus acciones y no se mueven por sí mismas.» Bossuet es del<br />

mismo parecer cuando dice: «Estos estados imaginarios de<br />

nuestros falsos místicos, en que las almas son siempre<br />

divinamente movidas por las extraordinarias impresiones de<br />

que hablamos, no son conocidos ni del Padre Juan de la Cruz,<br />

ni de la Madre Santa Teresa. Por mi parte añado que ni los<br />

Ángeles, ni las Catalinas de Sena y de Génova, los Ávilas, los<br />

Alcántaras, ni otras almas de la más pura y alta<br />

contemplación, jamás han creído ser siempre pasivos, sino a<br />

intervalos; y con frecuencia dejados a si mismos han obrado<br />

de la manera ordinaria. Otro tanto se manifestaba en la Madre<br />

Chantal, una de las personas más experimentadas en esta<br />

vía.» ¿Hay o hubo algún corto número de almas escogidas<br />

movidas por Dios de esta manera a cada instante? Bossuet<br />

«deja la resolución al juicio de Dios y, sin reconocer la<br />

existencia de estados semejantes, tan sólo dice que, en la<br />

práctica, nada hay tan peligroso ni tan sujeto a ilusión como<br />

guiar las almas cual si éstas hubiesen llegado a ellos, y que en<br />

todo caso la perfección del cristianismo no consiste en estas<br />

prevenciones.»<br />

A propósito de estos estados pasivos señala Bossuet dos<br />

extremos opuestos: el de los quietistas, que hacen a esta<br />

pasividad perpetua, muy común y necesaria al menos para la<br />

perfección, y el que consiste en tomar por ilusiones<br />

sospechosas todos «estos estados en los que almas<br />

escogidas reciben pasivamente impresiones divinas tan altas y<br />

tan desconocidas, que apenas podemos darnos cuenta de su<br />

admirable simplicidad».<br />

En consecuencia, por todo el tiempo que sintamos en<br />

nosotros la acción de Dios, la hemos de seguir con docilidad<br />

llena de confianza; cuando aquélla cesa es preciso tornar a los<br />

medios ordinarios de huir del pecado, de practicar la virtud, de<br />

cumplir los deberes diarios. Y, como el camino nos está ya<br />

claramente indicado y la gracia jamás falta a la oración y<br />

fidelidad, no hay para qué esperar que Dios nos declare de<br />

nuevo su voluntad o nos impela a la acción por una moción<br />

especial. O mejor aún, «no es permitido que un cristiano, dice<br />

Bossuet- bajo pretexto de oración pasiva u otra extraordinaria,<br />

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