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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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en la convalecencia, así como en la salud o en la enfermedad,<br />

debería ser la de Gemma Galgani: «Primero, el alma, después<br />

el cuerpo.»<br />

Artículo 3º.- La vida o la muerte<br />

Tarde o temprano hemos de morir. Mas, ¿cuándo será y en<br />

qué condiciones? Ignorantes estamos de todo esto. Dios,<br />

dueño absoluto de la vida y de la muerte, se ha reservado el<br />

día y la hora; a nadie, por regla general, comunica sus<br />

secretos, y muchos, aun entre los grandes santos, no lo han<br />

conocido, o no lo conocieron sino tarde. Así se explica cómo<br />

San Alfonso, treinta o cuarenta años antes de morir hablaba<br />

ya de su muerte próxima. Feliz ignorancia que nos advierte<br />

que estemos siempre dispuestos, y que estimula sin cesar<br />

nuestra actividad espiritual. Hemos de aceptar esta<br />

incertidumbre con sumisión y hasta con reconocimiento. Mas,<br />

¿se ha de desear que la muerte venga en breve plazo o que<br />

nos deje aún largo tiempo?<br />

Numerosos motivos nos autorizan a llamarla con nuestros<br />

deseos.<br />

1º Los males de la vida presente. Apenas nacido el<br />

hombre, comienza la muerte en él su trabajo, y tiene que<br />

luchar sin tregua para librarse de sus asaltos, y a pesar del<br />

alimento, del sueño y de los remedios, camina a pasos<br />

agigantados hacia la tumba; su vida no es sino una muerte<br />

lenta y continua. El trabajo y la fatiga, la intemperie y las<br />

estaciones, los achaques y las enfermedades, las penas del<br />

corazón y del espíritu, los cuidados y las preocupaciones, todo<br />

lleva a hacer de la tierra un valle de lágrimas. A nuestras<br />

propias penas, vienen a unirse las de los nuestros, y como si<br />

estos tantos males no bastasen, la malicia humana esfuérzase<br />

en agravarlos sin medida: los hombres levántanse contra los<br />

hombres; las familias, contra las familias; las naciones, contra<br />

las naciones; no se sabe ya qué enredos inventar para hacer<br />

sufrir, ni qué máquinas de guerra para mejor destrozarse.<br />

Suframos la prueba todo el tiempo que Dios quiera, mas, ¿no<br />

es natural suspirar por la muerte, cuya bienhechora mano<br />

enjugará nuestras lágrimas y nos abrirá la encantadora<br />

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