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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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pasos, pero hacia atrás.<br />

Dos cosas dejamos, pues, asentadas: primera, que<br />

debemos respetar ambas voluntades divinas, esto es,<br />

obedecer generosamente a la voluntad significada y<br />

abandonarnos con confianza a la de beneplácito; y segunda,<br />

que así en la obediencia como en el abandono Dios no quiere<br />

en general santificarnos sin nosotros; siendo, por tanto,<br />

necesario que nuestra acción concurra con la divina, y ello en<br />

tal forma que la buena voluntad venga a ser la indicadora de<br />

nuestro mayor o menor progreso.<br />

4. CONFORMIDAD CON <strong>LA</strong> VOLUNTAD <strong>DE</strong> BENEPLÁCITO<br />

Al reservar el nombre de obediencia para indicar el<br />

cumplimiento de la voluntad significada, y el de la conformidad<br />

para indicar la sumisión al beneplácito divino, hemos creído<br />

seguir el uso más generalizado; con todo, preciso es<br />

reconocer que reina una gran divergencia sobre este punto.<br />

San Alfonso en particular expresa frecuentemente las dos<br />

cosas bajo el nombre de conformidad. Será, pues, necesario<br />

atender al contexto para ver en qué sentido toman los autores<br />

estos términos.<br />

Como todas las demás virtudes, la conformidad con la<br />

Providencia, o la sumisión al beneplácito de Dios, abarca<br />

muchos grados de perfección, ora se mire la acción más o<br />

menos generosa de la voluntad, ora se considere el motivo<br />

más o menos elevado de esta adhesión.<br />

1º Tomando por base de esta clasificación la generosidad<br />

con que adaptamos nuestro querer al de Dios, el P. Rodríguez<br />

reduce estos grados a tres:<br />

«El primero es cuando las cosas de pena que suceden, el<br />

hombre no las desea ni las ama, antes las huye, pero quiere<br />

sufrirías antes que hacer cosa alguna de pecado por huirías.<br />

Este es el grado más ínfimo y de precepto; de manera que<br />

aunque un hombre sienta pena, dolor y tristeza con los males<br />

que le suceden, y aunque gima cuando está enfermo y dé<br />

gritos con la vehemencia de los dolores, y aunque llore por la<br />

muerte de los parientes, puede con todo eso tener esta<br />

conformidad con la voluntad de Dios.<br />

»El segundo grado es cuando el hombre, aunque no desea<br />

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