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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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mortificación cristiana; y esto se impone a toda alma<br />

cuidadosa de su adelantamiento espiritual.<br />

No ha de ser nuestro deseo afanoso ni quimérico, ya que<br />

cada cosa ha de venir a su tiempo; es necesario arrostrar los<br />

duros combates de la vía purgativa y los prolongados trabajos<br />

de la vía iluminativa, antes de gustar el reposo de la vía<br />

unitiva. Seria una deplorable ilusión descuidar la lucha y el<br />

progreso, acariciando la idea de llegar a la contemplación sin<br />

ejecutar con celo y sin demora lo que constituye su<br />

preparación necesaria.<br />

Por legítimo que sea nuestro deseo, ha de regularse por la<br />

humildad y el abandono. Un alma humilde se juzga indigna de<br />

tan encumbrado favor, no se sentirá herida de estar privada de<br />

él durante largo tiempo, ni de estarlo para siempre. Con el<br />

abandono se hace indiferente por virtud, hasta para una cosa<br />

tan deseable cual es la contemplación; no la pretende sino en<br />

cuanto Dios la quiere para nosotros, y así se conserva en el<br />

orden y la paz, y en caso de falta de éxito se evita la tristeza y<br />

el desaliento.<br />

Deseemos el progreso en la oración, puesto que es un<br />

poderoso medio. Deseemos aún con mayor ahínco el<br />

progreso en la virtud, puesto que es el fin. Pongamos nuestra<br />

solicitud y esfuerzo en hermosear nuestra morada interior, en<br />

adornarla con todas las virtudes, en vivir allí con Dios en el<br />

silencio y la vida de oración; y, aun suponiendo que nos las<br />

rehusase para santificarnos por otro camino, siempre nos<br />

quedará como premio de nuestros esfuerzos un rico<br />

acrecentamiento de gracia y de gloria. ¿No es esto lo<br />

esencial?<br />

Artículo 2º.- Las variedades de la contemplación<br />

mística<br />

Supongamos ahora que Dios nos abre el camino de la<br />

contemplación. Esta tiene una gran variedad de senderos, y<br />

Dios se reserva elegimos el nuestro.<br />

La contemplación será siempre una oración de simple<br />

mirada amorosa a Dios y a las cosas de Dios. Su esencia toda<br />

entera se cifra en estas dos palabras: mirar y amar. Hay, sin<br />

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