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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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disposiciones de la Providencia. En efecto, dice San Francisco<br />

de Sales, «Dios odia infinitamente el pecado y, sin embargo, lo<br />

permite sapientísimamente, con el fin de dejar a la criatura<br />

racional obrar según la condición de su naturaleza y hacer<br />

más dignos de alabanza a los buenos, cuando pudiendo violar<br />

la ley, no la violan. Adoremos, pues, y bendigamos esta santa<br />

permisión; mas ya que la Providencia que permite el pecado,<br />

le aborrece infinitamente, detestémosle con Ella y odiémosle,<br />

deseando con todas nuestras fuerzas que el pecado permitido<br />

(en este sentido) no se cometa jamás, y como consecuencia<br />

de este deseo, empleemos todos los medios que nos sea<br />

posible para impedir el nacimiento, el progreso y el reinado del<br />

pecado. Imitemos a Nuestro Señor que no cesa de exhortar,<br />

prometer, amenazar, prohibir, mandar e inspirar cerca de<br />

nosotros para apartar nuestra voluntad del pecado, en tanto<br />

que lo puede hacer sin privarnos de nuestra libertad.» Si<br />

perseveramos constantemente en la oración, la vigilancia y el<br />

combate, serán más raras nuestras faltas a medida que<br />

avancemos, menos voluntarias y mejor reparadas, y nuestra<br />

alma se consolidará en una prudencia cada vez mayor. Sin<br />

embargo, salvo una especialísima gracia, como la concedida a<br />

la Santísima Virgen, es imposible en esta vida evitar todo<br />

pecado venial, pues hasta los santos mismos recurrieron a la<br />

confesión.<br />

Pero si aconteciera que cometiésemos algún pecado.<br />

«hagamos cuanto de nosotros depende, a fin de borrarlo.<br />

Aseguró Nuestro Señor a Carpus: que, si preciso fuere,<br />

sufriría de nuevo la muerte para librar a una sola alma del<br />

pecado». Con todo, «sea nuestro arrepentimiento fuerte,<br />

sereno, constante, tranquilo, pero no inquieto, turbulento, ni<br />

desalentado».<br />

«Si me elevo a Dios -decía Santa Teresa del Niño Jesús-<br />

por la confianza y el amor, no es por haber sido preservada de<br />

pecado mortal. No tengo dificultad en declararlo, que aunque<br />

pesaran sobre mi conciencia todos los pecados y todos los<br />

crímenes que se pueden cometer, nada perdería de mi<br />

confianza. Iría con el corazón transido de dolor a echarme en<br />

brazos de mi Salvador, pues sé muy bien que ama al hijo<br />

pródigo, ha escuchado sus palabras a Santa Magdalena, a la<br />

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