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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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sufrimientos, es verdad; mas por lo mismo no será posible dar,<br />

como aquí abajo, al divino Maestro el testimonio de la prueba<br />

amorosamente aceptada.<br />

2º Los peligros y las faltas de la vida presente.<br />

Reconocemos sin dificultad que el sentimiento del peligro<br />

mueve a desear vivamente el cielo; mas el combate no carece<br />

de encantos para un alma valiente, ávida de conquistar la vida<br />

eterna, y demostrar su amor y abnegación a su Rey amado. El<br />

es quien nos llama a las armas, y ¿no estará con nosotros? El<br />

claustro es la más segura trinchera, y gracias a la oración y a<br />

la vigilancia, esperamos librar un buen combate y no quedar<br />

heridos de muerte. Hasta el momento, nuestra victoria está<br />

muy lejos de ser completa; sin el auxilio del tiempo, ¿cómo<br />

reparar nuestras derrotas, expiar nuestras faltas, rescatar<br />

nuestra inutilidad, conquistar un rico botín? Y ahora que Dios<br />

se encuentra atacado por todas partes, el puesto de sus<br />

amados servidores, ¿no ha de ser combatir a su lado y luchar<br />

por su causa? Así lo entendió aquella alma que decía: «Tengo,<br />

bien lo sabéis, deseos de ver a Dios, pero en estos tiempos de<br />

persecución le tengo mayor de padecer por El; morir cuando<br />

las Esposas del Cordero están convocadas para la cumbre del<br />

Calvario, no, no es éste mi ideal.»<br />

3º El deseo del cielo y el amor de Dios. Morir cuanto antes,<br />

es quizá lo más seguro, y más pronto nos hallaríamos con<br />

nuestro Amado. Con todo, si Dios prolonga nuestra vida, con<br />

tal de que nos lleve al puerto, le bendeciremos eternamente<br />

por ello; por tanto, a cada paso podemos crecer en gracia y<br />

por lo mismo obtener nuevos grados de gloria. En algunos<br />

años podemos ganar cientos de miles, millones quizá; es<br />

decir: añadir por cientos de miles y de millones nuevas<br />

energías a nuestro poder de ver a Dios, de amarle y de<br />

poseerle. ¡ Qué magnífico aumento de gloria para El, y de<br />

felicidad para nosotros durante toda la eternidad! ¿Tenemos<br />

ya caudal suficiente? ¿No sería de desear que aún se<br />

acrecentase? Si nuestro cielo se hace esperar, puede<br />

embellecerse indefinidamente, y sería quizá con gran perjuicio<br />

nuestro el que escuchara Dios nuestros apremiantes deseos.<br />

4º Si acontece que uno y otro se considera muy necesario<br />

a los que le rodean, es señal inequívoca de divina voluntad, y<br />

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