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EL SANTO ABANDONO - AMOR DE LA VERDAD

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consagraré al puro amor.»<br />

La angelical Santa Teresa del Niño Jesús hubiera querido<br />

ser sacerdote para llevar a Jesús en sus manos, para darlo a<br />

las almas; hubiera querido iluminar el mundo; como los<br />

doctores anunciar el Evangelio a toda la tierra y en todos los<br />

tiempos; hubiera querido sobre todo el martirio, pero el martirio<br />

con todo género de suplicios. «Como Vos, Esposo adorado,<br />

querría ser azotada, crucificada; querría morir desollada como<br />

San Bartolomé; como San Juan querría ser sumergida en<br />

aceite hirviendo; deseo, como San Ignacio de Antioquía, ser<br />

triturada por los dientes de las fieras, a fin de llegar a ser pan<br />

digno de Dios; con Santa Inés y Santa Cecilia, querría ofrecer<br />

mi cuello a la espada del verdugo, y como Juana de Arco,<br />

sobre una hoguera ardiente pronunciar el dulce nombre de<br />

Jesús.» Mas ya que Dios ha dispuesto de ella de otro modo,<br />

su vocación será el amor, y lo probará arrojando flores, es<br />

decir, que no dejará pasar ningún sacrificio por pequeño que<br />

sea, ninguna mirada, ninguna palabra, y aprovechará las<br />

menores acciones, para hacerlas por amor, sufrirá y se<br />

alegrará, aun por amor.<br />

¡Quiera Dios que tan elevados sentimientos nos guíen<br />

siempre en la práctica del Santo Abandono! Las grandes<br />

almas que nos complacemos en citar, se habían ofrecido<br />

como víctimas y pedían a veces el sufrimiento; manifestado<br />

queda ya nuestro pensamiento sobre esta manera de<br />

proceder.<br />

6. <strong>EL</strong> EJEMPLO <strong>DE</strong> NUESTRO SEÑOR<br />

A un alma que se sienta prendada del amor de Dios, nada<br />

la lleva tanto al abandono como el ejemplo de su amado<br />

Maestro. El agrada soberanamente al alma, y ella a su vez<br />

quiere únicamente agradarle, y por lo mismo se esfuerza en<br />

imitarle en todas las cosas. Ahora bien, su vida entera no ha<br />

sido sino obediencia y abandono.<br />

Hace su entrada en el mundo, y «viene ante todo -dice<br />

Monseñor Gay- para su Padre. El, su Padre, es objeto de toda<br />

su religión y el término del sacrificio». Le habla y le dice: «He<br />

aquí que vengo para hacer vuestra voluntad.» ¡Pues qué! ¿No<br />

viene para predicar, trabajar, morir, sufrir, vencer el infierno, y<br />

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