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Identidades a flor de piel

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halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

muestra Orlando Fals Borda, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> un sistema comercial fuertemente estructurante,<br />

impulsó la instauración <strong>de</strong> un verda<strong>de</strong>ro modo <strong>de</strong> producción esclavista y un tipo <strong>de</strong><br />

organización social especìfica, conocida como la ―sociedad señorial‖. Consi<strong>de</strong>rado su<br />

principal fuente <strong>de</strong> riqueza, el comercio <strong>de</strong> esclavos en Cartagena mo<strong>de</strong>ló las estructuras<br />

económicas, sociales, políticas e incluso arquitectónicas, originando el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> una<br />

sociedad racialmente jerarquizada pero permitiendo, al mismo tiempo, una gran cercanía<br />

entre las distintas castas.<br />

El comercio <strong>de</strong> esclavos encontraba su justificación en la estigmatización <strong>de</strong>l ―negro‖. La<br />

esclavización <strong>de</strong> los africanos se inspiraba en el color, criterio suficiente para legitimar el<br />

trato <strong>de</strong>gradante a que eran sometidos; <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que el sistema esclavista racializara las<br />

relaciones sociales, los rasgos físicos se convirtieron en marcadores sociales. El color<br />

constituyó el estigma <strong>de</strong> la esclavitud y en consecuencia, el ―negro‖ quedó relegado al<br />

más bajo rango social, incluso por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> los indígenas que, luego <strong>de</strong> ser diezmados,<br />

le <strong>de</strong>jaron sus labores en las haciendas, las minas 54 y en las casas señoriales <strong>de</strong> Cartagena.<br />

Des<strong>de</strong> Laureano Gómez, presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República entre 1949 y 1953, hasta Miguel<br />

Jiménez López, célebre psiquiatra, y pasando por el higienista Jorge Bejarano, el<br />

intelectual Luis López <strong>de</strong> Mesa, el geógrafo Agustín Codazzi y otros tantos, en la historia<br />

<strong>de</strong> Colombia nunca faltaron los personajes públicos que pronunciaran concepciones<br />

abiertamente racistas (Wa<strong>de</strong>, 1997a: 43-51; Múnera, 1998). Esto explica porqué el<br />

mestizaje constituye frecuentemente una eufemización y valorización <strong>de</strong>l proceso innoble<br />

<strong>de</strong> blanqueamiento, que con<strong>de</strong>na al ―negro‖ y <strong>de</strong> paso al indìgena a la <strong>de</strong>saparición.<br />

Entonces, el ―negro‖ –cargando con el estigma <strong>de</strong> obstaculizar el progreso– nunca fue<br />

consi<strong>de</strong>rado representativo <strong>de</strong> la i<strong>de</strong>ntidad nacional, sino más bien una etapa necesaria en<br />

el camino hacia la mo<strong>de</strong>rnidad (Wa<strong>de</strong>, 1997).<br />

Max Weber (Weber, 1971) ya había advertido sobre los efectos perversos <strong>de</strong> la<br />

proclamación <strong>de</strong> la igualdad formal <strong>de</strong> los individuos si las instituciones sociales y<br />

políticas seguían organizadas en torno a la diferencia entre las razas y la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />

algunas <strong>de</strong> ellas fueran inferiores. Lo mismo podría <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> cómo se vive actualmente<br />

54 A. Meisel Roca sitúa este periodo <strong>de</strong> transición a finales <strong>de</strong>l siglo XVII: en efecto, según el<br />

autor, sólo fue hasta 1686 que, en la Provincia <strong>de</strong> Cartagena, los esclavos alcanzaron una cifra<br />

<strong>de</strong> 5.700, es <strong>de</strong>cir, algo mayor que la correspondiente a la población indígena –que no hacía<br />

más que <strong>de</strong>crecer– (Meisel Roca, 1980: 237). En el mismo artículo, encontramos un minucioso<br />

análisis <strong>de</strong>l nacimiento y la estructura <strong>de</strong> las haciendas esclavistas.<br />

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