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Identidades a flor de piel

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halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

interior que comunica a las diferentes habitaciones; en los otros barrios, las viviendas se<br />

caracterizan por tener dos plantas, protegidas por altos muros, convirtiéndose en vastas<br />

moradas familiares (Salcedo Vásquez, 1989; De Pombo Pareja, 1999). El historiador<br />

Hermes Tovar Pinzón nos recuerda que el barrio San Sebastián contaba, en el año <strong>de</strong><br />

1777, con noventa y nueve casas altas, sesenta y cinco casas bajas y noventa y seis<br />

solares, mientras que el barrio Getsemaní estaba compuesto por treinta y nueve casas<br />

altas, trescientas cuarenta casas bajas y noventa y seis solares (Tovar Pinzón, 1998: 56).<br />

Getsemaní, también conocido con el nombre <strong>de</strong>l Arrabal –término originario <strong>de</strong>l árabe<br />

que significa ―por fuera <strong>de</strong> los muros‖– podría hacernos pensar en que las murallas<br />

contribuían directamente al prestigio <strong>de</strong> un barrio: durante un tiempo, Getsemaní no<br />

estuvo ro<strong>de</strong>ado por murallas, y aunque con su prolongación lograron finalmente incluirlas<br />

al paisaje, éstas nunca alcanzaron la misma envergadura que en otras partes <strong>de</strong> la<br />

ciudad 62 . Con base en el censo <strong>de</strong> 1777, Adolfo Meisel Roca y María Aguilera Díaz<br />

estiman la composición racial <strong>de</strong> la población cartagenera <strong>de</strong> la siguiente manera: los<br />

mulatos representaban el 35 por ciento <strong>de</strong> la población, en seguida estaban los negros –<br />

libres y esclavos– con el 33,2 por ciento y finalmente los blancos con el 31,2 por ciento<br />

(Meisel Roca y Aguilera Díaz, 1997: 46). Ambos autores informan sobre la poca<br />

fiabilidad <strong>de</strong> las cifras dada la ausencia <strong>de</strong> datos específicos sobre los habitantes <strong>de</strong><br />

Getsemaní, y también sobre una dificultad adicional en el momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>finir la<br />

categorìa ―mulato‖; sin embargo, la existencia <strong>de</strong> un cierto equilibrio en la composición<br />

racial <strong>de</strong> la ciudad no impi<strong>de</strong> avanzar la hipótesis <strong>de</strong> la sobre-representación <strong>de</strong> las<br />

poblaciones negra y mulata, asociada al barrio Getsemaní. Para ilustrar dicha hipótesis,<br />

Meisel Roca y Aguilera Díaz acu<strong>de</strong>n a los títulos <strong>de</strong> Don y <strong>de</strong> Doña, indicadores <strong>de</strong> una<br />

condición social respetable, más frecuentes en el barrio San Sebastián –asignados a un<br />

27,2 por ciento <strong>de</strong> la población–, que en Getsemaní –1,5 por ciento– (Meisel Roca y<br />

Aguilera Díaz, 1997: 52).<br />

Empero, dada la pequeña dimensión <strong>de</strong> espacio disponible, los habitantes <strong>de</strong> la ciudad –<br />

fueran ricos o pobres, ―blancos‖ o ―negros‖– estaban prácticamente con<strong>de</strong>nados a<br />

62 Getsemaní estuvo históricamente unido por el puente <strong>de</strong> San Francisco al resto <strong>de</strong> la ciudad –<br />

al nivel <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong> los Coches, más conocida con el nombre <strong>de</strong> Torre <strong>de</strong>l Reloj–. El brazo <strong>de</strong><br />

agua que separaba a las dos islas principales <strong>de</strong> la ciudad colonial fue posteriormente rellenado,<br />

dando origen al sector comercial <strong>de</strong> la Matuna.<br />

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