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Identidades a flor de piel

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Entre la estigmatización, el exotismo sublimado y el multiculturalismo soñado, la<br />

i<strong>de</strong>ntificación racial <strong>de</strong> la música cambia <strong>de</strong> significación según como sea llamada –<br />

champeta, música africana o terapia– y también, según el lugar que ocupe en la ciudad.<br />

Distanciada geográficamente, la música africana autoriza la expresión <strong>de</strong> la diversidad,<br />

beneficiándose al mismo tiempo <strong>de</strong> los efectos <strong>de</strong>l evitamiento; al aproximarse a la<br />

ciudad, se convierte en champeta, y la diversidad inicial se transforma en etiquetaje y<br />

exclusión. La champeta, música <strong>de</strong>l otro amenazante, exótico o i<strong>de</strong>alizado, aunque<br />

también música <strong>de</strong>l semejante y <strong>de</strong>l cercano, encarna este vaivén entre proximidad y<br />

distancia, entre aceptación y rechazo, entre i<strong>de</strong>ntidad y alteridad.<br />

halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

2.1. África inventado: un “negro” cercano y lejano<br />

Retomando la expresión <strong>de</strong> Jean-Loup Amselle, África será consi<strong>de</strong>rado como un<br />

―universal particularizable‖ (Amselle, 2001), que permite conciliar universalismo y<br />

relativismo: en este sentido, la globalización no inhibe las diferencias sino que constituye<br />

un marco privilegiado para su expresión. Inicialmente, la champeta adquiere en<br />

Cartagena la forma <strong>de</strong> la música africana; sus actores –cantantes y productores– y sus<br />

conocedores (Pacini, 1993; Streicker, 1997a; Silva y Arria, 1998; Mosquera y Provensal,<br />

2000), están <strong>de</strong> acuerdo en que emergió durante los años setenta, y que fue traída <strong>de</strong> las<br />

costas africanas, pero también <strong>de</strong> Francia, Inglaterra y los Estados Unidos por los<br />

marineros <strong>de</strong> la ciudad. Por supuesto, esto no significa que las influencias musicales<br />

africanas no estuvieran presentes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> antes, a través <strong>de</strong> músicas y danzas tradicionales<br />

como la cumbia, el mapalé, el porro o expresiones musicales más recientes como la<br />

correspondiente a Totó la Momposina, Joe Arroyo o el Sexteto Tabalá, por citar sólo las<br />

más cercanas <strong>de</strong> Cartagena. Pero el caso <strong>de</strong>l soukous venido <strong>de</strong>l Congo –con influencias<br />

<strong>de</strong>l mbaqanga y <strong>de</strong>l highlife–, género musical que originó la música africana, la champeta<br />

y la terapia, sólo aparece en los setenta. Al principio fue marginal pero, rápidamente, esta<br />

música fue objeto <strong>de</strong> una importante difusión, especialmente en el seno <strong>de</strong> los barrios<br />

populares, don<strong>de</strong> muy pronto fue posible encontrar copias piratas <strong>de</strong> los originales<br />

africanos (Pacini Hernán<strong>de</strong>z, 1993; Streicker, 1997b; Silva y Arria, 1997). Hoy, la<br />

expresión ―música africana‖ <strong>de</strong>signa la música importada <strong>de</strong> África, más frecuentemente<br />

por las vías <strong>de</strong> París y <strong>de</strong> Londres. Conserva entonces un toque extraño, y por ello, sigue<br />

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