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Identidades a flor de piel

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halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

este proceso <strong>de</strong> reconocimiento nacional. El 26 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong>l año 2000, siendo directora<br />

<strong>de</strong>l Instituto Distrital <strong>de</strong> Cultura <strong>de</strong> la ciudad, organizó la primera presentación oficial <strong>de</strong><br />

champeta: Champeta en la Plaza, en las calles <strong>de</strong>l centro histórico <strong>de</strong> Cartagena, hasta ese<br />

momento alejado <strong>de</strong> esa música <strong>de</strong> los barrios populares. Algunos meses <strong>de</strong>spués, el 12<br />

<strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 2000, la propia Araceli Morales, siendo ministra <strong>de</strong> Cultura, presidió la<br />

organización <strong>de</strong> un evento similar en Bogotá en el teatro Jorge Eliécer Gaitán: ―Bogotá se<br />

<strong>de</strong>spelucó con la champeta‖. De hecho, esta ―toma‖ <strong>de</strong> la capital fue pensada como una<br />

revancha <strong>de</strong> la periferia sobre el centro, <strong>de</strong>l dominado sobre el dominante, <strong>de</strong>l ―negro‖<br />

sobre el ―blanco‖.<br />

Pero el reconocimiento actual <strong>de</strong> la champeta no <strong>de</strong>be hacernos olvidar la estigmatización<br />

<strong>de</strong> la que fue víctima, a nivel local y nacional, hasta finales <strong>de</strong> los años noventa. Es útil<br />

recordar que, recientemente, en noviembre <strong>de</strong> 2001, en el momento en el que se llevaban<br />

a cabo las fiestas <strong>de</strong> Cartagena, el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> la ciudad prohibió las presentaciones <strong>de</strong><br />

champeta, provocando así una inesperada manifestación <strong>de</strong> protesta por parte <strong>de</strong> los<br />

cantantes, que reclamaban su <strong>de</strong>recho al trabajo frente al hotel Hilton 195 . Acci<strong>de</strong>ntes<br />

como este obligaron a la champeta a buscar nuevos caminos, atajos que la llevaron hacia<br />

el resto <strong>de</strong>l Caribe, Bogotá e incluso hacia París: irónicamente, fue así como alcanzó su<br />

legitimidad en Cartagena. Mundializada, comercializada, banalizada, la champeta pasó<br />

por un proceso <strong>de</strong> rei<strong>de</strong>ntificación tras <strong>de</strong>l cual pudo, finalmente, llenar las expectativas<br />

que giraban a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Tanto en la versión estigmatizada <strong>de</strong> la champeta como en su promoción actual, hay una<br />

mezcla entre etiqueta racial e interiorización <strong>de</strong>l estereotipo. Durante más <strong>de</strong> dos décadas<br />

–en los ochenta y noventa–, fue rechazada en nombre <strong>de</strong> la naturalización <strong>de</strong> una práctica<br />

cultural consi<strong>de</strong>rada incómoda y <strong>de</strong> una interpretación racial sobre todas las<br />

manifestaciones que no se acogían a las convenciones sociales. Paradójicamente, los<br />

actores <strong>de</strong> la champeta, únicos en rebatir tales argumentos, aunque tiendan a apartarse <strong>de</strong><br />

toda evaluación racial, terminan por interiorizarla y reproducirla, siguiendo como<br />

portadores <strong>de</strong>l estereotipo <strong>de</strong>l cual son víctimas. En otras palabras, los discursos que<br />

aspiran a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r y promover la champeta también participan, y con frecuencia, en su<br />

195 En <strong>de</strong>claraciones posteriores, el alcal<strong>de</strong> <strong>de</strong> Cartagena <strong>de</strong>nunció una mala interpretación <strong>de</strong><br />

sus palabras, que no estaban encaminadas a prohibir la champeta, sino a un control <strong>de</strong> sus<br />

manifestaciones.<br />

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