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Identidades a flor de piel

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halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

estìralo por el otro‖.<br />

Sobre las pistas <strong>de</strong> baile improvisadas, la regla <strong>de</strong>l ―pegado, pegado‖ es inalterable, se<br />

busca la cercanía física, y los gestos y posiciones son bien sugestivos. No está <strong>de</strong> más<br />

evocar el lugar ocupado por las mujeres en la champeta: ausentes <strong>de</strong>l escenario, pues no<br />

vemos ni cantantes, ni productoras, juegan un papel primordial alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> los ―picós‖.<br />

Mientras que la reputación <strong>de</strong> la champeta gira en torno a su carácter irrespetuoso y<br />

transgresor, sobre la mujer ―champetúa‖, consi<strong>de</strong>rada como una prostituta que <strong>de</strong>ja a un<br />

lado sus responsabilida<strong>de</strong>s familiares, pesa mucho más la estigmatización que para su<br />

homólogo masculino; algunas no dudan en encontrarse con otras mujeres en las casetas,<br />

afirmando así su libertad sexual, su in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia frente a los hombres, su autonomía<br />

financiera, pero igualmente su ruptura con respecto a un mo<strong>de</strong>lo tradicional <strong>de</strong> mujer.<br />

Por lo general, la champeta no es <strong>de</strong>scrita en términos artísticos. Lo que se evoca siempre<br />

es el fuerte volumen en el cual se escucha, que permitiría una especie <strong>de</strong> transe. Un<br />

ven<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> El rey, afirma lo siguiente:<br />

―... si tú escuchas la champeta suave, tú no te das cuenta. Ya estamos<br />

acostumbrados a un altavoz. Tu le escuchas y te das cuentas cómo es. El<br />

sonido que sale <strong>de</strong> un picó gran<strong>de</strong> es como „tun, tun‟. Te sientes como más<br />

emocionado. Un picó que no suena duro, no bailan con él. Van a bailar<br />

con lo que suena más duro 197 ‖.<br />

Todos los años, los habitantes <strong>de</strong>l barrio resi<strong>de</strong>ncial Manga esperan ansiosamente el mes<br />

<strong>de</strong> noviembre: no sólo hay más fiestas que <strong>de</strong> costumbre, a<strong>de</strong>más, durante las caravanas<br />

<strong>de</strong>l concurso <strong>de</strong> belleza, se entorpece el tráfico, se lanzan petardos, harina, huevos y<br />

pintura; y sobre todo, porque hay una invasión <strong>de</strong> picós en Chambacú, situado al otro<br />

lado <strong>de</strong> la Laguna <strong>de</strong> San Lázaro. En las noches, habitualmente tan tranquilas, nadie<br />

duerme porque Manga vibra con el ruido <strong>de</strong> la champeta, que se pone como para ser<br />

escuchada hasta veinte kilómetros a la redonda. Promover una música que suene siempre<br />

tan estri<strong>de</strong>ntemente es, en sí, una provocación intolerable para una elite acostumbrada a<br />

reunirse alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un piano <strong>de</strong> cola o <strong>de</strong> algunos suaves boleros. Y como si no fuera<br />

suficiente, los champetúos hacen escuchar a toda la ciudad el recital <strong>de</strong> sus picós, también<br />

conocidos como ―tumbatechos‖.<br />

197 Entrevista, 5 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1998.<br />

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