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Identidades a flor de piel

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asignarle un rol. No se trata <strong>de</strong> ir a buscar la ―verdad‖ más allá <strong>de</strong> lo que se ve, sino <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scubrir la profundidad <strong>de</strong> la superficialidad, interesándonos en las apariencias cuya<br />

gestión se fundamenta en la capacidad <strong>de</strong> los individuos para calificar la situación, para<br />

respon<strong>de</strong>r a las expectativas y posicionarse, para interpretar las convenciones <strong>de</strong>l<br />

encuentro y movilizar un saber sociohistórico, a menudo difuso e implícito.<br />

halshs-00291675, version 1 - 28 Jun 2008<br />

3. 2. Lo “visto” y lo “visible”<br />

¿Cómo calificar <strong>de</strong> invisibles a los individuos que se distinguen precisamente por su<br />

diferencia física, en la que el color –inmediatamente perceptible– rompe con el mo<strong>de</strong>lo<br />

i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> blancura Recor<strong>de</strong>mos que la gama <strong>de</strong> colores en las clasificaciones coloniales,<br />

como en las <strong>de</strong>signaciones populares contemporáneas constituye diversas categorías <strong>de</strong><br />

i<strong>de</strong>ntificación <strong>de</strong> los individuos. Esta contradicción entre la invisibilidad científica y la<br />

visibilidad corporal lleva a preguntarse sobre los mecanismos <strong>de</strong> funcionamiento <strong>de</strong> la<br />

mirada. ¿El individuo invisible es el que es percibido como tal por un observador ¿o es<br />

aquel que logra <strong>de</strong>saparecer ante los ojos <strong>de</strong>l otro De hecho, la invisibilidad, tal y como<br />

es concebida por Nina <strong>de</strong> Frie<strong>de</strong>mann, privilegia una lógica <strong>de</strong> atribución más que <strong>de</strong><br />

reciprocidad, y encierra al otro en la mirada <strong>de</strong> lo propio, haciendo <strong>de</strong> la interacción un<br />

encuentro con un sentido único. Ahora bien, la mirada <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>, sin duda alguna, <strong>de</strong> quien<br />

la lanza, pero es también tributaria <strong>de</strong> aquel que la atrae –o que no la atrae, volviéndose<br />

invisible–. La invisibilidad crece a medida que el individuo se inscribe en el ―or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> las<br />

cosas‖, la visibilidad disminuye con la ―normalidad‖. Más allá <strong>de</strong> la relación con lo<br />

visible <strong>de</strong>l individuo vi<strong>de</strong>nte, esta ―arqueologìa <strong>de</strong> la mirada‖ (Simón, 1988), nos lleva<br />

hacia el estudio <strong>de</strong> la infinidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>finiciones otorgadas a la normalidad en cada<br />

situación y hacia una reflexión sobre la percepción cognitiva <strong>de</strong>l entorno humano (Varela,<br />

1993).<br />

La mirada será <strong>de</strong> esta manera, no sólo consi<strong>de</strong>rada como un objeto <strong>de</strong> estudio sino<br />

también como una herramienta metodológica, pues ―lo que es visto‖ nos informa sobre<br />

los mecanismos prácticos <strong>de</strong> evaluación y <strong>de</strong> interpretación <strong>de</strong> una situación 39 y ―lo que<br />

es dado a ver‖ sobre los principios que rigen las normas sociales y or<strong>de</strong>nan el sentido<br />

común. La primacía otorgada al papel jugado por las apariencias, abre <strong>de</strong> esta manera el<br />

39 “La competencia social <strong>de</strong> la vista es enorme” (Goffman, 1991: 138).<br />

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