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El hilo de la hilandera…
(Como en los bíblicos)
U n hermoso libro con fotografías artísticas del más alto calibre
— Th e History of Photography — reposa al alcance
de la mano para distraer la vista cuando los textos escritos
saturan un tanto el quehacer de cada día y buscando solaz se
van los ojos a las imágenes que tienen una calidad de presencia
inagotable cada vez que se les mira.
Entre esas imágenes nos damos con la de una mujer sentada
en el suelo sobre un grueso lienzo, pero no en reposo, sino
en la tensión de una tarea que realiza con sus manos grandes y
huesudas y con todo su cuerpo en busca de un punto de equilibrio
preciso que le permita ovillar — en movimientos que se
adivinan exactos — el hilo que estirándose perpendicularmente
sobre la fi gura sentada — desde un punto alto, no visible,
hasta sus manos — pende en forma tal que de alguna manera
la mujer logra dominarlo con un huso largo, rústico, de madera,
sostenido en las manos y con sus propios labios hasta lograr
la textura y el grosor buscado.
El ritmo y la concentración de toda fi gura, añadidos al movimiento
de las manos y de los labios, hacen suponer, de primera
intención, que se trata de una fl autista. Una segunda mirada
nos saca del error. Se trata de la hilandera (thread maker, dice
el pie de la foto), que aunque para agilizar su trabajo se ayuda
con los labios, éstos no se mueven para producir sonidos,
pero sí una melodía, tangible: la hebra que adivinamos de pura
lana destinada a ser usada luego posiblemente en costosísimas
alfombras de complicados diseños y tintes que pasarán a convertirse
en joyas o sinfonías de colores y dibujos deslumbrantes
dignos de cubrir pisos y paredes palaciegos. Desechamos no
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