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El pasquín escrito y otros…
E l pasquín escrito tiene entre nosotros — y a partir de la
Colonia — antecedentes históricos tan repetidos como
connotados. Era entonces dentro del contexto político — social
una vía de acceso a la opinión pública que ni era tan pública ni
tenía otros canales para expresar las múltiples frustraciones de
una sociedad inhibida por los mismos males de la Colonia: el
abandono, la ignorancia, el desamparo, la falta de contacto al
exterior, la falta de nutrientes culturales dinamizantes del desarrollo,
el exceso de dogmatismo, la corrupción imperante a
nivel ofi cial, la ilicitud inicial e imperial de la Conquista que
supuestamente vino a salvar almas y lo que hizo fue masacrar
indios con todo y el alma que hasta ese momento para nada les
había hecho falta.
Les sirvió, eso sí, para morir explotados. Pero volvamos al
pasquín objeto por hoy de nuestros afanes. Ojeando un texto
del historiador Mejía Ricart nos enteramos de que un anciano
señor gobernador Don Carlos Urrutia, a quien había tocado en
suerte gobernar nada más ni nada menos que maridado con
una moza de su propia tierra natal que por la diferencia de edad
— o quien sabe por qué caprichos temperamentales — no les
hacía ni pizca de honor ni al apellido conyugal ni a su posición
destacada.
El caso es que — con razón o sin ella — tanto contra
el señor gobernador con alias y todo (Conuco o Batata) como
contra su cónyuge — no por joven menos discutida — se enarbolaron
pasquines y nada menos que en forma de “entremeses”,
es decir, actuantes, y que presumimos incluían diálogos mordaces
y desenlaces propios para provocar risas y chanzas llevadas
posiblemente al límite del choteo y hasta obscenos. Hasta ahí
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