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Reloj de Sol
el niño — el infante — que durante su primer año de vida no
ingiere un nivel de proteínas adecuado, queda disminuido permanentemente
en su capacidad de integración funcional, es
decir, deviene en ser pasivo o disminuido en su capacidad integrativa.
Estos minus-dotados o infra-dotados — no por herencia
sino por carencia — vendrían eventualmente a constituir —
de hecho — una sub-especie, carne de cañón para la explotación
dentro de sociedades altamente competitivas como en la
que caen bajo la clasificación de sub-desarrolladas, por no decir
explotadas.
La conciencia de los estragos que se suscitan a partir del
hambre como enfermedad endémica de nuestros campos — sobre
todo — vendría a constituir, pues, el punto de partida de todo
plan, de toda previsión, de todo intento por disminuir la cosecha
de mortalidad infantil en nuestro territorio: el pavoroso semillero
de minús. — dotados que nos promete el hambre.
Josué de Castro, el tan eminente médico brasileño — galardonado
con las más altas distinciones académicas — , que
causó revuelo a nivel mundial con su libro La Geografía del
Hambre hace alrededor de treinta años, tiene algo que decirnos
al respecto. Su voz autorizada puede iluminar la general
ignorancia que padecemos los que no sufrimos hambre. A ese
autor prometo remitirme en un próximo futuro ya que hizo una
valoración moderna y completa del hambre — a nivel mundial
— tan genial como esclarecedora.
Para terminar cabría preguntarnos si dentro de los programas
de salud para la niñez existe en alguna parte una vacuna
contra el hambre o si está en vías de realizarse algún espectacular
descubrimiento en ese sentido.
La respuesta es sobrecogedora porque contra el hambre no
hay vacuna, al menos en los laboratorios.
¡AHORA! *No. 835*17 DE OCTUBRE DE 1979
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