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Reloj de Sol
le hará posible repetir dentro de pocos años su crimen o matar
a la compañera de turno “por celos”.
Ese amo y señor — cualquiera que sea su nombre, lacra
humana — irá a la cárcel como quien roba en una pulpería o
en un almacén. Pero no más allá. Nada lo señalará como leproso
social. Nada lo distinguirá como un ente perverso. Nada lo
condenará sin apelación para siempre en una sociedad indefensa
por falta de mecanismos no ya legales, que en este caso
son insuficientes de cualquier modo, sino por falta de una respuesta
masiva originada en la opinión pública ofendida que
conmueva la sensibilidad de la sociedad y lleve hasta sus últimas
consecuencias la decisión de hacer de este hecho un tope
–una piedra de toque — para que tales monstruosidades no
vuelvan a producirse ni en terreno urbano ni en descampado,
ni cerca ni lejos de donde haya padres y madres amorosos con
hijos bajo su amparo.
Cuidar nuestros hijos en los de los demás deberá ser la consigna;
el grito unánime que entierre vivo a ese violador y con
él a todos los violadores de menores aunque sigan respirando
en las cárceles, pero a sabiendas de que sus rostros serán difundidos
en hojas sueltas o de cualquier modo para que nunca
más en ninguna parte puedan ir a engañar ni a violar ni a herir,
porque serán muertos vivos para siempre.
En cuanto a los posaderos responsables del alquiler de una
habitación a un hombre adulto acompañado de una menor, deberán
ser objeto de una investigación a fondo y sin contemplaciones.
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