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Mercedes Sosa: Ofi ciante de un culto
Una noche, una de aquellas noches que alegran la vida….
Guillermo Valencia
(Colombiano)
E lla, la artista, que viene precedida de una fama internacional
impresionante madurada a lo largo de una carrera tan
original como fecunda y con una trayectoria estelar que cubre
varios continentes, acaba de presentarse ante un público cariñoso
y admirativo en el Teatro Nacional. Así, pues, no necesita
ciertamente de presesentación.
Pero ocurre que cuando esa mujer excepcional que se llama
Mercedes Sosa aparece en el escenario, ella, como presencia humana,
opaca cualquiera otra condición de la que con justicia pueda
presumir: su condición de cantautora y de folklorista consagrada.
Decíamos que su sóla presencia tiene un impacto singular
sobre el público aun antes de empezar su canto y antes de
empezar a manejar a plena alma — a pleno plumón — todo su
repertorio tan sorprendente y variado como puede presumirse
remitiéndonos a su carrera de artista reconocida… porque su
presencia imponente y mayestática, a pesar de que no es una
mujer de gran estatura, tiene una densidad humana que llena el
escenario, que convence desde el primer gesto.
Ella lo sabe y por tanto no se apresura a convencer.
Sin falsa modestia se hace del micrófono; lo apuntala donde
le parece mejor con una gracia austera, más que de artista, de
ofi ciante de un culto, de un rito… y a seguidas, canta…
¿Y qué canta?
Mejor decir, ¿qué no canta?
En verbo latinoamericano lo canta todo. En el indígena
también.
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