Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
manda ya que de otro modo no podría aspirar a alcanzar su
destino propio.
Los letreros que desfilan a los ojos del visitante al tomar una
carretera son también nombres de batallas que marcaron un
hito en la guerra de liberación contra el tirano. Y esos nombres
estallan en el aire con aureolas de sangre todavía fresca.
Una vez dentro de los poblados los muros de las casas de
adobe guardan señales inequívocas de combates que se hacían
legendarios en el momento mismo de estar ocurriendo. Las señales
de la tragedia están ahí obviamente evidentes — impúdicas,
afrentosas, infectas — pero todo el mundo resueltamente
las ignora a la hora de la ida y de la vuelta al trabajo, a la fábrica,
al taller, a la escuela.
Hay una voluntad masiva de sobrevivencia. Hay un valor
callado en la tarea cada día. No es la hora de las lamentaciones.
Por otra parte el triunfo bañado en sangre que tienen en
las manos tiene también demasiados enemigos para permitir
regodearse en él. Hay que consolidarlo casa por casa, taller por
taller, peón por peón, gesto por gesto, sin cansancio y sin pausa.
La mística de los combates todavía está allí intacta. No hay
complacencia. No hay debilidades. No hay privilegios. No hay
solemnidad — el vos y el andá van de la mano con el compa —
. Y por supuesto, no hay frivolidad, ni menos superficiales en
las relaciones de las gentes (de cualquier gente). Se compra y se
vende casi sin discusiones, con seriedad. Hay un lema táctico:
“Todos para todos”.
El mundo oficial es sobrio y hasta seco como corresponde
a quienes vienen de los frentes de lucha y no con mercenarias
atrás sino con un pueblo heroico militante detrás de sus jefes.
Sobre los hombros de esos jefes está el apremio de responsabilidades
circunscritas al tiempo perentorio de la recuperación,
de la consolidación de una paz fructífera, organizada, -limpia,
honorable, revolucionaria. No es la paz producto de la fuerza
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