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Reloj de Sol
dirección en equivalencias multiplicadas en base a opuestos
armónicos que unas veces son contrastantes y otras veces son
análogos.
LA PAZ
La paz, si es interior, es una flor de jardín que florece con
el cuidado y el esmero de quien la cultiva. Tiene la belleza y
la gracia de lo frágil y de lo perecible y florece a la sombra de
arbustos y árboles afines y duraderos tales como la amistad, el
amor…
La paz, si nos viene impuesta no es paz. Es una forma solapada
de la violencia. Si la violencia se llama tutelaje, sobreprotección,
conveniencia material, conformismo de cualquier
orden; si se llama tradiciones o prejuicios — imposición enmascarada
— aunque guardando las apariencias, tampoco es
paz.
La paz es una forma especial de calibrar la vida, de entenderla.
Asumir los hechos con todas sus consecuencias; parearnos
a ellos para probar las propias fuerzas con honestidad y entereza.
De quedar derrotados, la derrota no será ni humillante
ni amarga. No pesa. Porque el gallardo perdedor conservará su
dignidad y la dignidad probada también es la paz.
Si la lucha que equivale a la paz — al derecho a ganarla al
menos — se hace a costa de la dignidad de los vencidos, será
una paz pobre. Y sobre todo, no duradera.
La paz no es conformismo, no es abulia, ni pasividad no
auto-marginación: la paz no es una inválida que necesita reclusión
ni aislamiento.
Al contrario, de ser algo concreto, la paz interior, la que nos
justifica ante propios y extraños, dentro y fuera del jardín que
antes cultivamos, es lucha… Pero lucha leal y franca por aquello
en que creemos que vale la pena luchar, y esa lucha será
tanto más válida — podrá entonces aspirar a llamarse paz —
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