Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
Ahora bien, en el supuesto caso que hubiera algo de verdad
en lo que reza un viejo refrán español que a la letra dice que
“allí donde las dan las toman”, esa verdad serviría para demostrar
que quienes creyeron salir indemnes de esa guerra no declarada,
no tardarían en percatarse de que — a consecuencia de
la misma — una plaga incontenible iba a esparcirse sin contemplaciones
de ningún género, hasta las lejanas playas de donde
partieron las huestes que iban a hostilizar una nación de cultura
y costumbres diferentes, subdesarrollada pero no inerme.
¿Qué color tenía esa plaga?
¿Qué efectos producía?
¿Cuál era su nombre?
Lo del color es irrelevante pero no así el efecto, o más bien,
los efectos que ella produce al introducirse en el organismo humano;
en este caso en el de los jóvenes soldados que habían
sostenido la lucha en suelo extraño; y que fueron los agentes
inconscientes de un trueque mortal que había tenido lugar tomando
como puente a una generación de incautos que hizo el
viaje de ida y vuelta pero que llevó en sus mochilas de soldados
— al regresar ”a su casa” — la maldición de la droga y los
hábitos que se suscitan alrededor de su consumo multiplicado
al pasar de mano con rapidez tan avasalladora como malsana
al ritmo que provocan la avidez de los juniors de una sociedad
afluente en exceso e inducida al consumismo más extremo por
las técnicas ultra — depuradas de la publicidad todo poderosa
y masiva, contaminante en sí misma, tanto como el “agente
naranja” usado en perjuicio de reservas boscosas de uno de los
lugares más bellos del mundo cuya naturaleza había sido preservada
— respetada — por los naturales del país de aquella
región remota.
Una lógica inmanente, producto de procesos de compensación
no calculados por las más sofisticadas computadoras del
medio altamente tecnificado de los agresores, había dado lugar
a un hecho insólito: que los jóvenes soldados, al regresar a sus
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