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Reloj de Sol
mente dentro de una dinámica especial lógica y precisa. Aparecen
muchas veces como si cada sujeto fuera más que nada — y
sobre todo — el portador de un mensaje ya descodificado que
le hubiera sido confiado desde el arcano mismo de los tiempos.
(Newton descubrió y anunció la ley de la gravedad a los 23 años
de edad y Mozart fue un consumado compositor todavía en la
infancia). No vamos a restarles méritos por ello, en absoluto,
pero a menudo esa maestría precoz y excepcional –tan temprana
— tiende a revelársenos como de seres de excepción, ejecutores
privilegiados y sujetos sustantivos de realidades prescritas
con anterioridad a su mera existencia.
Esto, naturalmente, sin querer incurrir para nada en consideraciones
espiritualistas o místicas y mucho menos mesiánicas.
Pero esas vidas tan excepcionalmente dotadas, coherentes,
que aparecen como predestinadas o predirigidas y que escapan
en muchos sentidos a nuestra capacidades de análisis, nos sirven
más que nada en este trabajo como punto de contrastación
de otro tipo de vidas que caen precisamente en el extremo
opuesto del espectro visible de la fenomenología de la creatividad
humana: las que aquí presentamos como las aparentemente
“no programadas”.
Estas últimas, a lo que parece, carecen — para empezar —
de una dinámica inicial, ajustada, suficiente, o precisa para dar
el impulso inicial a cada caso particular. Cada una de esas vidas
deberá encontrar o inventar las leyes de la dinámica propia (y
otras) que rijan su universo, ya se trate de la gravedad — para
buscar su propio eje gravitacional, o sea la vocación misma-, ya
se trate de las correspondientes a la inercia y la aceleración; la
centrífuga y la centrípeta, etc., etc., de las que habrá de valerse
el sujeto, tanto en sentido lato como figurado durante el proceso
de su evolución.
Esa obra de creación — porque estamos hablando de seres
creativos — del universo propio implica necesariamente una
realización esforzada, ardua, tenaz… A veces en condiciones
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