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Reloj de Sol
Ella no va en esa etapa a experimentar fraccionadamente varias
experiencias sino que va a vivir la totalidad de la experiencia: a
tener a su hijo en los brazos y con ese hijo inaugurará de nuevo
la vida con todas sus consecuencias. Nacimiento, desarrollo,
muerte.
Cada vida libremente concebida no es — no puede ser — un
proyecto de prueba: de acierto y error, de tomar y desechar…
Dentro de criterios estrictamente científicos aplicados a la
investigación — la atómica, por ejemplo — de elementos inorgánicos,
la etapa experimental puede ser la de mayor significación
e importancia. Pero cuando se trata de materia orgánica
más aún, de seres humanos vivos, de problemas sociales…
¿cómo ir al procedimiento del acierto y el error, de tomar y
desechar en planes experimentales por mucho que lleven el sello
de pilotos?
Frente a una cama de hospital, cuando hay recursos peligrosamente
limitados, ¿cómo decidir fríamente, y con qué criterios,
cuándo va a salvarse un paciente y dejar morir a otros?
Frente a una población infantil — y dentro de planes piloto
más o menos involucrados- ¿cómo identificar qué niño deberá
recibir los beneficios de alto nivel de un programa cuando la
mayoría carece de los básicamente indispensables para garantizar
la supervivencia?
Para sociedades que se manejan dentro de márgenes de superabundancia
y hasta de despilfarro, la práctica de la prueba,
del acierto y el error, de lo contingente o aplazable, puede tener
una aplicación experimental no demasiado dramática ya que
los costos no son los que cuentan ni hay riesgo de comprometer
la supervivencia. En cambio, en sociedades donde los márgenes
a usar no solamente son estrechos sino en muchos casos
prácticamente inexistentes, todo recurso que no vaya destinado
a solventar carencias masivas. Llámense éstas desnudez,
desnutrición, hambre, analfabetismo, falta de salud y techo, y
toda la infraestructura que defienda el hecho biológico y social
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