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Reloj de Sol
A tal punto de desastre ha llegado esa dependencia viciosa
dentro de la nación norteamericana que para obtener los medios
con qué comprar los estupefacientes se cometen los crímenes
más horrendos, los robos a mano armada, los asaltos, y
toda suerte de fullerías, de corrupción y de cohecho.
A su vez, las mafias que controlaban el negocio no tienen
punto ya de comparación con las previamente constituídas
para explotar otros negocios delictivos. Estas tienen un matiz
de crueldad y de ensañamiento que hace pálida por contraste
cualquiera situación análoga. Hace apenas dos meses, a título
de “vendetta” fue eliminada en Nueva York una familia entera
— de ocho miembros con varios niños pequeños incluídos
— que se encontraba en su hogar viendo televisión cuando
todos sus miembros fueron ultimados uno a uno con un tiro
en la nuca.
Intereses poderosísimos se mueven alrededor del mercado
de beneficios incalculables de las drogas. Los periódicos del
sábado 26 de mayo trajeron la noticia impresionante de que
se había localizado en plena selva y se hallaba ya en vías de
construirse en la zona del Darién (Panamá) una ciudad clandestina
con aeropuertos, acueductos, facilidades viales, varias
plantas de energía, laboratorios, viviendas y servicios de toda
índole para afincar en ella una población dedicada a procesar
la droga en bruto que allí se recibiría y que sería transformada
en un producto perfectamente comercializable en grandes cantidades.
Un negocio atunero con barcos muy bien equipados serviría
para enmascarar la salida del producto hacia su destino
desde aquellos remotos e inhóspitos parajes. La relación entre
el capital utilizado en esa compleja y costosísima inversión y
la remota y clandestina ubicación de la misma dice por anticipado
y convincentemente el monto de beneficios constantes y
permanentes que rendiría ese centro de producción de haberse
puesto en uso tal como se había planeado.
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