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Reloj de Sol
vo de todo lo que le suministren, de todo lo que le den: novelas
y anuncios. Ideas prestadas y necesidades que se hacen perentorias
a fuerza de ser repetidas una y otra vez, todas las noches
y cada noche y los domingos y días de fiestas de guardar…
El “chorizo sintético” llena por unas horas la capacidad de
pensar, pero moldea perversamente ese pensamiento de tal
manera que la gente sencilla y llana — el hombre y la mujer
media o común — acepten como buenos los valores entendidos
de una sociedad que los explota.
La protagonista sufre, fracasa, cae, se levanta, vuelve a caer
o se levanta definitivamente, pero sobrevive: ése es el mensaje:
sobrevivir a pesar de todo. Eso sí, consumiendo lo que los
anuncios ofrecen: una pasta de dientes que hará que su sonrisa
sea tan arrebatadora que, al fin de cuentas, el amante olvidadizo
no pueda vivir sin esa sonrisa deslumbrante y vuelva a su lado.
Esto en algunos casos. En otros será su pelo undoso y brillante
que retiene la magia del último champú en venta… El aliado
de su destino para hacerse halagüeño será en otras ocasiones el
desodorante que nunca falla. Y así hasta el infinito…
Lo que los televidentes recogen es también que la vida ofrece
infinitas posibilidades siempre y cuando (eso sí) consuman
lo que les venden por los ojos y los oídos. Nada será demasiado
duro, ni adverso, ni concluye si se cuida de ser un consumidor
leal de todo lo que se anuncia y acompaña al espacio de las
telenovelas.
Así, el chorizo se engalana con esperanzas envasadas en
cajas atractivas, con colores y letras irresistibles al impulso de
comprar que todos llevamos dentro en una sociedad de consumo
bien condicionada.
Pero las ideas que hemos dejado de pensar mientras estábamos
frente al televisor; las horas que no hemos aplicado a
hacer esfuerzo de superarnos en un estudio, en una práctica, en
un libro; las horas que nos hemos dejado embutir de ideas ajenas
a nuestro propio destino, a nuestras posibilidades reales a
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