Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Reloj de Sol
dulce lengua Aramea del más humilde de los hombres, mientras
hacía su penoso camino hacia la cruz: la misma que lleva
como suprema insignia de su credo — sobre su amplio plexo
solar — el Papa itinerante, Juan Pablo II, quien no es ni puede
ser ajeno a ese mensaje tan inextinguible como incumplido.
Una vez de regreso de sus respectivos periplos extrañamente
sincronizados en el tiempo, así como invertidos en el espacio,
cada una de esas figuras marchará sobre sus propios pasos,
pero uno y otro lo harán con prisa, con premura, porque ambos
saben que no hay tiempo que perder.
El destino de la humanidad está en juego:
O estalla la paz con todas sus implicaciones para llevar progreso,
salud, educación, estabilidad.... a sus niveles más amplios
en una relación de solidaridad — de ningún modo colonialista
— con los pueblos dependientes; para llevar cooperación,
adiestramiento, tecnología, personal calificado de toda índole
que actúe como agente de cambio en sus depauperadas economías,
en sus suelos, en su agricultura, en su capacidad de
planificación y de producción, en sus estructuras, en su proyección
hacia el futuro... o estalla la guerra aniquiladora de la
civilización que hoy conocemos.
Por todo ello el Papa circunvaló una parte del globo en busca
de la paz para El Salvador, para la atribulada Centroaméricana.
Porque cuando estalle la guerra total no habrá más guerras
controladas de efectos locales. Wojtyla, el hombre culto y sabio
lo sabe. Por algo trató de llegar a tiempo al escenario escogido
por él para hacer su reclamo de paz que es una forma de hacerse
vía hacia su amada Polonia, cuya capital es nada menos que
sede del llamado Pacto de Varsovia.
Nadie como él sabe que la paz romana o aquella de sus
émulos en el tiempo es ya una pieza arqueológica, obsoleta,
inoperante.
La ofensiva de paz que acaba de estallar en Nueva Delhi así
lo proclama ante la opinión del mundo porque es una paz no
497