Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
para lograr un desarrollo de su comprensión del mundo y de
los hechos de forma tal que le permitiera relacionar esos hechos
entre sí y las circunstancias que los afectan no ya en un
momento dado –en una instancia aislada — sino en forma global,
actualizada — en desarrollo — que crearía la capacidad
de ver en perspectiva hacia atrás y hacia delante su evolución
individual y social.
El hombre y la mujer analfabetos navegan en un mar sin
orillas sometidos a la más atroz intemperie, sin que les sea dable
buscar rumbo ni amparo, sin conocer el tiempo –día, hora
o fecha — de su liberación del estado de semirracionalidad que
los traiciona y que los humilla impidiéndoles asumir su verdadera
y total condición humana.
El analfabetismo comporta muchas otras formas afines de
deterioro: la falta de costumbres; la falta de hábitos donde acomodar
unas pobres vidas sin disciplina, sin autoestimación, sin
propósitos, sin fines y sin metas como no sea la de la simple
supervivencia.
El analfabetismo no es, pues, solamente, el no saber de letras.
Es también desconocer los derechos que le asisten al individuo
para superar sus condiciones de humillación, de dependencia.
Su desamparo, su abandono.
El analfabetismo vive aislado en sus vivencias particulares
porque no puede entrar a formar un vínculo mental y vivencial
permanente con quienes le son afines. Porque no sabe cómo ni
en qué forma puede encauzar la voluntad de todos y de cada
uno de los miembros de una comunidad para quedar convertidos
en sujetos de proyectos a realizarse dentro de situaciones
previstas y anticipadas.
El analfabetismo es la forma de descapitalización más brutal
y definitiva porque atenta contra el más elemental de los
derechos humanos: el de la supervivencia, no ya de sí mismo
— cada ente individual — sino de todo lo que produzca su progenie:
su prole.
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