Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Reloj de Sol
bernador. Ladrillos cocidos o sin cocer a veces me producen
ciertos malestares digestivos.
Homónimo: Nunca lo hubiera imaginado…
Reloj de Sol: Pero así es…
Homónimo: ¿Hay algo más que no te sienta bien…?
Reloj de Sol: El tabardillo de la última canícula es el que
siempre me parece lo más pesado de soportar…
Homónimo: Pero, ¿es que también padeces de tabardillos?
Reloj de Sol: Llámalos como quieras…Pero te imaginarás
que eso de estarse para in aeternum parado siempre — me parece
— de sol a sol no creas que es nada fácil…
Homónimo: Pero ése es tu oficio, para eso te erigieron…
Reloj de Sol: Ni pensarlo. Me erigieron para poder agregarle
una cosa más — a toda prisa — a la lista de “inauguraciones”
del señor gobernador…
Homónimo: Pero no me digas que no estás orgulloso de tu
oficio
Reloj de Sol: Lo estoy, ¿cómo no habría de estarlo…? Hubo
un tiempo cuando las señoras me encontraban absolutamente
fascinante. Pero de eso hace ya mucho tiempo…
Homónimo: ¿Y ahora, qué dicen las señoras? O los señores,
para no resultar demasiado indiscreto.
Reloj de Sol: Verás: desde que las Cortes Generales de Cádiz
dictaron la abolición de la Inquisición y por tanto quedó
como cosa de uso diario — de todos los días quiero decir –que
la Tierra era la que al fin de cuentas daba vueltas alrededor del
sol y no a la inversa…algún que otro teólogo de las vecindades
me miraba con furia mal disimulada al pasar y seguía de largo.
A las señoras por su parte nunca les importó gran cosa lo de
quién daba la vuelta alrededor de quién y siempre se quedaron
mirándome con simpatía cuando yo marcaba la hora de sus
encuentros con los galanes respectivos.
Homónimo: Vaya, esto se está poniendo interesente. No
podían imaginarse siquiera tu capacidad para aplicar a tu relato
91