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La mitad de la humanidad
A l ser humano como tal, que responde a una concepción espiritual,
a una conciencia, a una ideología, a una voluntad,
a una conducta — hombre o mujer — ¿es necesario defi nirlo
exclusivamente por su sexo? ¿Es necesario apelar al distingo —
de corte legal o legalista — para aquilatar e interpretar su aporte,
su lucha, en función de un solo aspecto de identifi cación del
sujeto…en este caso su condición de mujer?
Si al hombre se le toma en cuenta su aspecto global por lo
que hace: profesión militancia, vocación, ocupación, como ser
social, etc., etc., sin que a nadie se le ocurra mencionar su condición
de varón como algo expresivo — sustantivo — y sustitutivo
de todo lo anterior, ¿por qué a la mujer se le ha de describir en
primer lugar no en función de lo que hace sino en función de su
sexo, y después, en forma secundaria, se alquila su función social,
comunitaria, política, científi ca o profesional (ocupacional)…de
manera tal que su condición de mujer resulte una característica a
tomar en cuenta antes de que lo sea la obra misma que la explica
y que la justifi ca en su condición de ser social?.
¿Dónde se bifurca — en el caso de la mujer — su condición
de ser (ser sencillamente) y su condición femenina de la especie
hombre? ¿Dónde — cuándo — pierde ella su identidad de
humana — ideas, voluntad, pensamiento, acción, sentimiento,
vocaciones, etc, etc. para convertirse sólo en la contrapartida
sexual del hombre? ¿Dónde perdió ella el camino o cuándo se
lo hicieron perder?
¿Es la aceptación de la propia imagen errada producto de
un patrón cultural o cuando le es inducida esa imagen fraccionada
— exclusivamente sexuada — producto de la explotación
deliberada?
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