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Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

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El último barco negrero <strong>de</strong>l Caribe<br />

N o sabemos hasta don<strong>de</strong> alcanza la memoria — caprichosa<br />

por cierto — <strong>de</strong> los hombres o la falta <strong>de</strong> ella pero, en lo<br />

que concierne al Caribe — un mar <strong>de</strong>masiado reciente todavía<br />

en la historia en la cual constan los horrores <strong>de</strong> la esclavitud —<br />

no hay forma humanamente <strong>de</strong>cente <strong>de</strong> invocar el olvido.<br />

Ahí están, pues, el Caribe y la historia y Haití, por supuesto…<br />

Cuando se habla <strong>de</strong>l Haití <strong>de</strong> ayer nos conmueve el heroísmo<br />

<strong>de</strong> sus pobladores que supieron hacer una revolución no<br />

solamente contra la metrópoli lejana sino contra la aberración<br />

social más gran<strong>de</strong> que ha conocido la humanidad: la esclavitud,<br />

cuando lucía en todo su esplendor — allá en la metrópoli<br />

— el siglo <strong>de</strong> las luces.<br />

Cuando se habla <strong>de</strong>l Haití <strong>de</strong> hoy nos conmueve la tragedia<br />

colectiva <strong>de</strong> proporciones inconcebibles que afl ige a un pueblo<br />

entero. Pero Haití es tierra <strong>de</strong> nadie porque no es <strong>de</strong>l pueblo…<br />

Es, eso sí, para buscar un símil totalizador, un barco negrero<br />

— el último — que llegó con retraso al siglo XX y cuyo cargamento<br />

humano yace enca<strong>de</strong>nado en las sentinas <strong>de</strong> la nave bajo<br />

con<strong>de</strong>na inmisericor<strong>de</strong> y sin esperanzas <strong>de</strong> salvamento.<br />

Ese barco fl ota a la <strong>de</strong>riva porque su timón, su palo mayor<br />

y la arboladura fueron arrasados hace ya mucho tiempo bajo el<br />

azote continuo <strong>de</strong> un ciclón sin término: la dictadura vitalicia<br />

<strong>de</strong> Papa Doc y la <strong>de</strong> su hijo y here<strong>de</strong>ro, Jean Clau<strong>de</strong> Duvalier.<br />

La falta <strong>de</strong> mercado para la mercancía que yace a bordo<br />

es la verda<strong>de</strong>ra sustancia <strong>de</strong> la tragedia. Hace apenas siglo y<br />

medio, sin embargo, esa mercancía hubiera sido invaluable y<br />

motivo <strong>de</strong> disputas sangrientas entre los capitales negreros así<br />

como <strong>de</strong> tremendas pujas — en los mercados <strong>de</strong> esclavos — en-<br />

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