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Carmen Quidiello de Bosch
Sin dudas ella se siente suficientemente madura — tiene 40
años — y suficientemente apta para no plantearse en absoluto
la necesidad de compartir esa responsabilidad ni mucho menos
tener en cuenta los convencionalismo sociales.
¿De qué se vale para conseguir su propósito en las óptimas
condiciones genéticas posibles?
Se sirve nada menos que de otro de los grandes logros de la
tecnología moderna y de la Ciencia: la posibilidad de mantener
vivo indefinidamente el esperma humano en condiciones específicas
de laboratorio, en este caso procedente de hombres donantes
de alto nivel intelectual y que presumimos sean también
de óptimas condiciones físicas que previamente concibieron la
idea de hacer un “depósito de genios” (como se le llama al experimento
o proyecto), el cual requiere no sólo la voluntariedad
de los donantes sino de que éstos reúnan las condiciones específicas
que garantizan con las máximas condiciones de viabilidad
biológica la máxima calidad genética.
La idea del “depósito de genios” se corresponde absolutamente
con la aparición en terreno de prueba (mercado de
consumo más bien) de un tipo de mujer como la que hemos
descrito: una fémina que no solamente siente la vocación de la
maternidad asumida unilateralmente sino que además toma el
riesgo de una gestación con todas sus consecuencias hecha posible
gracias a ese depósito de genes humanos supuestamente
anónimo para ella. (Anónimo aunque no indiscriminado).
Vista la correspondencia de ambas iniciativas tenemos que
convenir en que cada sociedad se manifiesta de acuerdo a su
grado de desarrollo y evidentemente tanto desde el punto de
vista masculino como del femenino aparece prácticamente al
mismo tiempo el criterio que hace posible el depósito de genios
y el criterio de madres en busca de gestar genios.
Y como en ese orden social super desarrollado nada ocurre
al azar tenemos que convenir que ello se debe a un proceso en
marcha que desemboca en forma bipartita para que se cumpla
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