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Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

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Carmen Quidiello <strong>de</strong> Bosch<br />

está claro que el pasquín cumplía <strong>de</strong> uno u otro modo, más o<br />

menos recomendable para la época, una función: la <strong>de</strong> protestar<br />

por la vía <strong>de</strong> acceso más común — compartida con moscas<br />

e insectos <strong>de</strong> toda laya — : las pare<strong>de</strong>s municipales corrientes<br />

y molientes. Ahí se colocaban y ahí se perpetuaban hasta que<br />

hubiera manos también municipales — o no — que los quitaran<br />

o los reemplazaran por otros si cabe hasta más ingeniosos<br />

o más picantes.<br />

La época, diríamos, nos daba más, y un rescoldo <strong>de</strong> mezquindad<br />

general tiñe la escena aquí evocada. El acta <strong>de</strong> nacimiento<br />

<strong>de</strong> cada pasquín era producto <strong>de</strong> la nocturnidad aunque<br />

no siempre <strong>de</strong> la alevosía sino <strong>de</strong> las frustraciones y <strong>de</strong> la miseria<br />

moral que produce la <strong>de</strong>sesperanza <strong>de</strong> lograr realizaciones<br />

concretas en cada día que comienza. El pasquín, era pues,<br />

en esa hora, más que otra cosa, el espejo <strong>de</strong>l anti-<strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong><br />

aquella sociedad, <strong>de</strong> su atraso cultural no por su propia elección,<br />

sino por imposición <strong>de</strong> la metrópoli.<br />

Ya el genio <strong>de</strong> García Márquez ha agotado el tema <strong>de</strong>l pasquín<br />

escrito y <strong>de</strong> sus efectos catastróficos para una población —<br />

un país humano — que pereció a consecuencia <strong>de</strong> sus efectos<br />

letales en una “Mala Hora”. Ya nadie duda que esa población<br />

existió porque no es una creación <strong>de</strong>lirante <strong>de</strong> ese Gabriel insigne,<br />

sino la re-creación <strong>de</strong> una realidad que todavía nos inva<strong>de</strong><br />

— nos arropa — o nos diluye, como las lluvias <strong>de</strong> Macondo.<br />

Pero el pasquín escrito tiene entre nosotros un sucedáneo inclemente<br />

que nos corroe y nos enferma como sociedad, como<br />

país humano que somos.<br />

La Colonia que usó el pasquín escrito está lejos en el tiempo<br />

pero cerca en concepciones arbitrarias que todavía nos asedian<br />

y que se expresan no ya en el pasquín- entremés, y no por falta<br />

<strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s, que ahora mismo son más numerosas, sino porque<br />

logran hacerlo a través <strong>de</strong> un sucedáneo <strong>de</strong> aquel: el pasquín<br />

oral, más frívolo, menos urticante, pero igualmente lesivo y repulsivo.<br />

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