Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
imperialistas, las luchas tienen que darse dentro de su propio
escenario, que no es otro que el de la vida diaria de esos pueblos
débiles, pero profundamente arraigados en su propio hábitat
y en la naturaleza de su medio. (Un ejemplo de esto es la lucha
del Frente POLISARIO, a cuyos integrantes se les conoce
como “los lobos del desierto”, por su agresividad y resistencia
y quienes derivan del enemigo gran parte del avituallamiento
que requieren así como las armas con que combaten por medio
del osado expediente de arrebatárselas de las manos. Cuentan
así mismo con una sostenida capacidad de hostigamiento que,
combinada con la máxima movilidad y las tácticas impecables
de repliegue que aplican, constituye lo que podría llamarse su
arma secreta de probada efectividad y de difícil réplica).
En cambio, la fuerza eminentemente tecnificada puede aniquilar
territorios conquistables, hasta devastarlos — pero ya
eso no merece el calificativo de conquista ni nombre alguno
que conserve la categoría de humano — . Así, Hiroshima y Nagasaki.
Pero son esas fuerzas avasalladoras las que deberán desplazarse
siempre fuera de su base… Ellas son las que necesitan
fortalezas volantes para transportar sus tropas que luego, una
vez llegadas a territorios inhóspitos para gentes acostumbradas
a vivir en el confort y en la higiene casi absolutas, resultan
verdaderas trampas, verdaderos infiernos con riesgos insospechados,
desde las picadas del mosquito Aedes aegyptis hasta la
de la mosca tsetsé. Desde el calor de caldo de cultivo de todas
las miasmas imaginables hasta la incomprensión de las lenguas
y conductas aborígenes que resultan impenetrables por intraducibles.
No hay que olvidar que equipos altamente sensibles, servidores
de fuerzas también altamente calificadas y especializadas,
fueron las que fracasaron estrepitosamente en el empeño
de rescatar unos rehenes en territorios defendidos con mentalidad
del siglo XIII. Una caravana inesperadamente aparecida
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