Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Un anuncio a objetar:
¿quién tiene la última palabra?
S eñoras, señores, es cosa de ver y no de contar lo que podríamos
llamar el summun de lo objetable por no decir de lo
abusivo en un anuncio comercial que se exhibe en las pantallas
grandes y chicas de nuestro país y que, sin embargo, no ha
provocado hasta este momento reacción pública alguna que lo
ponga en tela de juicio…
¿Es que su mensaje está tan identifi cado con nuestro medio
cultural que el mismo a nadie ofende ni solivianta?
¿Es que su factura fílmica es tan irreprochable que estéticamente
sirve para encubrir sus fallas en lo que de viciado tiene
su contenido, es decir su mensaje social y humano?
Ya en una ocasión anterior y en esta misma columna nos
acupamos de algo similar, pero referido a un anuncio hecho en
el extranjero con una mentalidad completamente foránea. Las
conclusiones de entonces fueron bastante urticantes porque lo
que se vendía en tal anuncio no era meramente un cigarrillo
sino todo un way of live, no tanto idealizado cuanto falso: todo
un universo de placer, dominación y delicias… En el anuncio
del que nos ocupamos hoy aquel mundo — universo se reduce
modestamente (¿cándidamente?) al momento inmediato, fácil,
asequible, dominable, placentero para quienes tengan la fortuna
de agenciarse una simple caja de cigarrillos de la denominación
precisa que el mismo invoca.
En tomas rápidas se nos presenta en fracciones de segundo
una especie de centauro moderno –encaramado no en cuatro
patas sino en cuatro ruedas — capaz de abarcar con un solo
giro del timón de su vehículo todo el horizonte visible de tierra,
mar y aire. Una breve pausa para encender el cigarrillo — el del
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