Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

“Te espero en Nicaragua, vida mía…”
A quí septiembre se nos desgaja cálido y caprichoso bajo el
azote de las lluvias un poco fuera de estación, pero dentro
del decursar natural del tiempo. En la “violentamente dulce”
Nicaragua, no. Allá las nubes agoreras dejan caer en cualquier
momento, en cualquier sitio del territorio limítrofe una lluvia
de metralla que no corresponde en absoluto — que no puede
corresponder de ninguna manera — a ningún cambio de estación
ni al decursar normal del tiempo o de los acontecimientos
si éstos no fueran infl uidos adversa, perversa y perseverantemente
para violentarlos…
Un Júpiter tonante se lanza contra ella en una guerra sucia
que no respeta que las manos que cosechan ahora mismo los
frutos de la estación de fi n de año son manos de niños y niñas,
jóvenes imberbes cuyas vacaciones escolares largas comienzan
justamente cuando las de los otros países del área las terminan.
La razón para ello fue y ha sido tradicionalmente la de permitir
que los escolares queden — con sus magras fuerzas — en disponibilidad
para ayudar a la recogida de las cosechas que coincide
precisamente con el fi n del año solar y que no son otras
que las que producen el grueso de las divisas con que cuenta el
país para restaurar su economía: el algodón y el café.
(Incidentalmente es oportuno señalar aquí que una disposición
gubernamental del año 1963 introdujo esa modalidad
en República Dominicana en las zonas de Moca, Jamao y lugares
aledaños, lo cual también permite la incorporación de la
población infantil a la recogida de la cosecha cafetalera y, por
su probada utilidad, esa disposición se ha mantenido en vigor
hasta el presente).
Por otra parte, ni siquiera el Consejo Episcopal de Iglesias
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