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La última ingenua,
La casi niña…
S e ha dicho de todo… ¿Qué es lo que no se ha dicho de esta
ingenua — ella misma, la casi niña de nombre Novela y de
apellido T.L. visada como protagonista — ? Pobrecita, tan desamparada,
tan frágil, apenas tiene quien la defi enda (¡!). Hace
falta, señores, tener el corazón muy duro para condenarla. Si no
le hace mal a nadie… Si es compañera fi el de quienes comparten
su destino… que se ven refl ejados en ella, que se reconocen
en ella, que viven a través de ella todas las frustraciones de cada
día y de todos los días de sus vidas opacadas…
A quién se le ocurre que una joven de 17 años — un por
ejemplo — para identifi carnos más con el nivel cultural de la
protagonista y su auditorio, le haga mal a nadie mostrándose
tal cual es — ingenua y perturbadora a la vez — y que con estas
dotes naturales pueda llegar muy lejos, a pesar de todos los
pronósticos del tiempo y de la sociedad en que vive, gracias a la
graciosa intervención del destino que la arrebata en un instante
de pasión del protagonista (masculino) y la suelta a la vuelta
de la esquina, eso sí, ya embarazada de muchos episodios que
irán desarrollándose para gusto y placer, no tanto de los televidentes,
sino de quienes importan ese producto enajenante que
se llama, por llamarse algo, novela a distancia (que es lo que
quiere decir la palabreja Tele), pero que no deja de ser tremenda
telaraña que atrapa en sus redes a los que también ingenuamente
contemplan el espectáculo como quien se come un chorizo
sintético que no tiene nutrientes pero que llena un espacio
(la mente) que no puede quedarse en el vacío porque hasta los
que no tienen un destino propio, los que son explotados día a
día, tienen una necesidad básica que llenar, aparte de comer:
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