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Reloj de Sol
quizado precisamente en la guerra. (En la guerra de las armas y
en la de las intrigas de alto calibre).
Del otro lado Polonia y Afganistán parecen revivir su condición
de fronteras de dos ideologías diametralmente opuestas.
En esas tales fronteras “unas van de cal y otras van de arena”, y
el equilibrio, aunque precario todavía, se mantiene o se mantendrá
por un tiempo al menos.
Pero el Papa viajero es sin duda una tercera potencia y para
bien o para mal sin fronteras materiales que defender, sin ejércitos
que alimentar, sin estrategias con nidos de mísiles empollando
catástrofes.
Pero esa tercera potencia tiene siglos de desvelo. Sabe urdir
y sabe contemporizar. Ha salido a la palestra en un momento
de alta tensión, cuando un nuevo equipo de sesentones deportivos
quiere volver a ponerse el kepis y tirar al blanco sin contar
con la generación que será su relevo. Quiere hablar con orgullo
y prepotencia. Quiere sobre todo amenazar con la ciencia al
servicio del horror: la guerra atómica.
Del otro lado las decisiones las toman gentes ya en la mayor
edad. Gentes sólidas y con empaque de campesinos (igual al
del Papa viajero). Aparentemente son gente de paz. Parecería
que tienen mucho más en común con el Papa que el otro equipo
cuasi deportivo, cuasi frívolo pero dado a la tradición del
Farwest: matar indios o aborígenes allí donde se hallen. (Remember
Hiroshima y también Nagasaki).
Mientras tanto el Papa — príncipe de la paz — , no importan
los portafolios que exhiba como embajador de buena
voluntad, no importa su sayal blanco, su cara de campesino ducho
y sereno, no importan sus anchas espaldas, su prestigio y
su credo… Allí en Hiroshima y Nagasaki no entenderá nada y
se hará humilde y un poco más bueno… (A pesar de que por
conveniencias de última hora — tal vez con el ánimo de evitar
otra hora cero — llegaría sin necesidad a Manila, hablaría
con el usurpador y su dama, permitiría que ambos le besaran
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