Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

El día que la noche estalló
M ediaba el mes y nada hacía pensar que acontecimientos
especiales vendrían a marcar una fecha, un día, una
noche… Todo seguía el curso previsto en una sociedad semirural
con la pequeña ciudad arropada todavía por el campo tan
próximo como envolvente, y todavía sujeta a los ritos y modos
que éste le imponía, al punto que, cuando allí se producía una
determinada cosecha, hasta la escuela pública primaria — que
por fortuna es exclusivamente ofi cial y gratuita para todo el
mundo — quedaba cerrada para liberar la mano de obra que
debían aportar los escolares para la recogida del fruto o de los
frutos básicos en que se apoya la economía nacional de aquella
pequeña república centroamericana, escenario de algunos hechos
que aquí se relatan.
En ese ritmo estábamos todos envueltos y aunque a veces
un tanto marginalmente, como era mi caso, marcábamos el
paso sin percatarnos siquiera de ello en forma tal que iba de
lo más nimio hasta lo más trascendente. En mi particular condición
de ciudadana del mundo, porque así me sentía — los
pasaportes nunca me cohibieron para sentir de esa manera —
yo vivía al día casi cándidamente el encanto de la semi rusticidad
del ambiente en un calendario poblado de sensaciones no
siempre coherentes, no siempre exultantes, aunque sí siempre
penetradas de un fuerte sentimiento de expectación… Los polos
de esa expectación — casi eléctrica — debían sin duda tener
una carga positiva y otra negativa. Dónde estuvieran situadas
una y otra ciertamente, en esos años jóvenes que evoco, me era
totalmente desconocido porque una de las condiciones inherentes
a la juventud — cuando entre otras cosas algunos seremos
ingenuamente ciudadanos del mundo — es el descomunal
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