Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Carmen Quidiello de Bosch
La sal y su don
Soy la sal. Por mi condición de gema dura y traslúcida tengo
una notoriedad evidente, innegable. Si me disuelvo tengo
una corporeidad nueva: una vigencia diferente, una condición
viva.
Por mí lucharon tribus y pueblos; se iniciaron conquistas
cruentas de vastos territorios y tal como una Elena de Troya
rediviva, mi posesión tiene implicaciones infinitas. Entre ellas
la guerra y la paz, la salud, la vida.
Junto con el agua, en el bautismo cristiano, soy un elemento
indispensable. Desde que mis ausencias jamás pasan inadvertidas.
Sin embargo, cuando el hombre era todavía apegado al árbol,
me ignoraba. Siendo frugívoro, poco o nada le faltaba en su
condición de primate. Pero cuando empezó a ser consumidor
o intercambiador de productos yo fui — sin que parezca inmodestia
— el primer medio de cambio. Es decir, de intercambio,
y por supuesto, de convivencia…
Mi solidez se debilita con la humedad del aire, dada la nostalgia
que siento por mi lugar de origen: el mar. Oriundo de
él me comunico en su lengua y guardo su acento, su decir, su
énfasis, su habla.
Mi mutualidad se mide por mi capacidad de entrega, por
mi lenguaje universal que se hace símbolo de la hospitalidad, y
quien de mí se sirve para compartir el techo y el pan abunda en
dones porque en mí se cumple el don de la sal.
¡AHORA! *No. 965* 20 DE MAYO DE 1982
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