Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Un extraño pavor
C omo fruta que madura en su tallo la tarde es una promesa
que balancea ante mis ojos su sazón de sabores agridulces
tentando mi espera. Pero… ¿espero verdaderamente? ¿Qué espero?
Tengo veinte años y ni una arruga riza la superfi cie de la
epidermis que me contiene. Ni mi razón de ser — todavía remota
— inquieta ni espíritu. Soy. Existo. En esa primera instancia
del vivir me complazco. No tengo un alma mística pero sí
panteísta. No soy crédula pero si ingenua en la medida que no
he dejado de ser genuina todavía. Creo en la existencia y en la
esencia de los seres y de las cosas que miro y palpo y también
en las que no conozco pero que intuyo. Me nutro de una sabiduría
que me viene de fuera — externa y ajena a mí misma —
pero que siento inmanente en todo lo que existe. A veces me
sorprendo embarcada sin saber cómo ni por qué en una barquichuela
que cruza aguas convulsas de risas o en un tobogán
de impulsos que se empujan unos a otros como niños párvulos
alborozados. Pero nada me arrebata ni nada me amilana. Tengo
una tranquila confi anza que desconoce el desconcierto que
no obstante puedo percibir en otros cuando los otros entran
en lucha con algo que no pueden asimilar. Capto un sinfín de
claves aún cuando no pueda descifrarlas pero las memorizo en
forma intuitiva — sin prisas — para cuando me sea dable hacerlo
porque sé — sé absolutamente — que el mañana es una
promesa — como la tarde — permanentemente renovada que
me dará la posibilidad de descifrar todo lo que la vida contiene
y ofrece. Pero no intento forzar mis límites de hoy. Ni siquiera
uno sólo. Y esa auto-contención o esa falta de prisas hacen que
algunos de mis compañeros de generación busquen una expli-
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