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Reloj de Sol
Su hermano generacional, en tanto que sólo se plantea una
única prioridad: satisfacerse a sí mismo, dedicando todo su esfuerzo
a obtener logros que le proporcionen toda clase de satisfacciones
individuales, es precisamente un ente no revolucionario.
Partiendo de su conformismo con las normas heredadas
que rigen su mundo y su sociedad procura medrar de sus talentos
propios y escalar lo antes posible la ruta de ascenso en esa
sociedad en que nace, se desenvuelve y vive. No se plantea otros
cambios que aquellos que vaya necesitando para prosperar más
y más según sus propios patrones individualistas.
Los cambios generales definitivos — no caducables — los
cambios revolucionarios que barran con las injusticias sociales,
con la ignorancia infinita de las clases explotadas en forma
progresiva y total; los cambios hacia la legalidad emanada del
pueblo porque es la justicia lúcida de los que no están deformados
por los privilegios, son los únicos cambios que para él
— para el hombre revolucionario — deben ser alcanzados. No
los cambios de una boleta electoral; no los cambios de cara en
las recepciones oficiales; no los cambios de nombres en el cortejo
de los presidentes, sino los cambios de metas planteados
por quien hizo de la causa del pueblo una prioridad absoluta,
impostergable, constante, permanente…
Los métodos y las tácticas, el modus-operandi, por decirlo
así, no es lo que define al individuo revolucionario. Si bien, en
todo momento, éstos reflejan una moral, un temple, una conducta,
una ética revolucionaria, no son los que en sí definen
por sí mismos exclusivamente al ente en cuestión. Son sus metas
planteadas dentro del ámbito de lo posible: dentro de la política,
llegado al caso, ajustadas a su lugar y su tiempo los que
definirán, sobre todo, y para la posteridad al hombre integralmente
revolucionario.
¡AHORA! *No. 962* 29 DE ABRIL DE 1982
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