Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

Suspense
A hí estaba él: el hombre primitivo armado de su miedo
pavoroso y poderoso. Este raro animal — dicho sea sin
ánimo ofensivo — ni serpiente ni ave, tiene un raro equilibrio
— entre serpiente y ave — que lo pone en dos pies. Y ahí está
pues. Ya se paró, ya anda; retorna al árbol de cuando en vez y
hasta duerme en él todavía pero camina y, ¡caramba! no camina
al azar: aunque un poco inseguro se dirige a sí mismo; mira
al sol de frente; lo interroga, aunque todavía sin palabras, con
un gesto de atención, con un saludo que puede ser un simple
gruñido, pero entiende que algo fundamental lo liga a él. Y en
el frío de la noche espera, lo siente como una realidad confusa
pero confi able. En medio de su pavor que es además su gran
motor — gracias al sol — empieza a conocer un alivio: una esperanza.
Todo está muy confuso, muy débil en su enmarañada
cabeza, pero ahí está ese gran pavor y esa pequeña esperanza
diminuta y certera.
En lo adelante el día será su senda… En el día va a encontrar
el manantial de agua fresca no hallada por otros animales, y la
caza y la pesca, y las cuevas que le sirvan de protección contra
el medio pavoroso a las fi eras que afortunadamente va aprendiendo
a eludir, aparte de que los grandes animales lo ignoran
bastante también. Andan demasiado ocupados en sus luchas
entre sí, en hacer respetar los límites las demarcaciones de cada
uno de los tremendos machos que son como edifi cios de cinco
pisos pero con cola… (perdón, los edifi cios de cinco pisos están
todavía fuera de contexto).
Este ser peludo va perdiendo el pelo que recubre su cuerpo
porque le ha ocurrido una cosa muy simple: valerse de la piel
de los otros animales más peludos que él. Se arropa, vale decir,
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