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Reloj de Sol.pdf - Banco de Reservas

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Carmen Quidiello <strong>de</strong> Bosch<br />

te plagas <strong>de</strong> Egipto? Nuestra sensibilidad isleña — por falta <strong>de</strong><br />

antece<strong>de</strong>ntes — no acepta este acaecer insignificante y trágico<br />

como algo natural <strong>de</strong> un verano más, sino como algo carente <strong>de</strong><br />

sentido o con un sentido oculto <strong>de</strong> augurio maléfico.<br />

La infancia — mi infancia, no por lejana menos viva — me<br />

impone un asombro inacabable — temeroso — que no llega<br />

a la <strong>de</strong>sesperación porque por fortuna hay — muy cercanos<br />

— amigos españoles, castizos, que pronto sofrenarán nuestra<br />

mente mágica isleña y nos retrotraerán a la razón, a la augusta<br />

ley <strong>de</strong> causa y efecto; augusta ley que no fue el clima natural <strong>de</strong><br />

la infancia en que las cosas — benignas o no, y hasta patéticas<br />

— ocurrían un tanto porque sí o por leyes ocultas y mágicas<br />

que gobernaban — creíamos entonces que provi<strong>de</strong>ncialmente<br />

— el mundo <strong>de</strong> la naturaleza y <strong>de</strong> los hombres. La mayoría <strong>de</strong><br />

edad nos diría luego otra cosa. Pero en veces — como en el caso<br />

<strong>de</strong> los pajarillos muertos — la infancia resurge como un código<br />

único, inapelable, al que referimos todo sin que la mayoría <strong>de</strong><br />

edad tenga nada que ver en un momento dado…<br />

En minoría <strong>de</strong> edad, pues, llegamos mi infancia y yo a la<br />

puerta que sabemos nos acogerá magnánima y cariñosa. Y en<br />

efecto pasamos con sombrilla y todo por la puerta angosta y<br />

entramos a través <strong>de</strong> ella a los corazones amplios que habitan<br />

la casa protegida por visillos y persianas cerradas que la protegen<br />

<strong>de</strong>l calor. Ella tiene mucho que hacer y hace mutis. El tiene<br />

mucho más que hacer, pero se percata <strong>de</strong> que algo nos conturba<br />

fuera <strong>de</strong> toda medida. Nos sentamos, él espera… Yo le hablo <strong>de</strong><br />

los pajaritos muertos y también <strong>de</strong> épocas idas y ya muertas.<br />

Del código <strong>de</strong> la infancia. De las plumas pardas y opacas con<br />

color a polvo y a sequía. Del <strong>de</strong>sarraigo íntimo. Del paisaje lejano<br />

y <strong>de</strong>l hoy ajeno en trámites <strong>de</strong> ostracismos auto-impuestos.<br />

El es un doctrinario, un teórico, un sabio, un hombre <strong>de</strong> bien,<br />

un pitagórico — conocedor <strong>de</strong> números exactos en jerarquías<br />

mundiales — un socrático a veces cuando con<strong>de</strong>scien<strong>de</strong> al diálogo.<br />

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