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Reloj de Sol
esa libertad. Pero, en general, siempre, repito, la valoración del
éxito y el fracaso como meta final no es lo que realmente justifica
el esfuerzo, la perseverancia, la acuciosidad, o si se quiere la
voluptuosidad implícita en el trabajo que se rinde en busca de
un logro que nos exprese y nos permita consustanciarnos en un
proceso más que con resultado. Ese proceso nos va moldeando
(conformando) al tiempo que nosotros vamos conformando
(moldeando) nuestra tarea. Es ese proceso de consustanciación
con nuestra tarea o con nuestro trabajo lo que logra una valoración
exacta (aceptable o no) para cada sujeto. El perfeccionista,
desde luego, se exigirá más a sí mismo, pero el fracaso tanto
como el éxito serán siempre una valoración agregada — no
esencial, no determinante — en el momento de la culminación
de una tarea, de una obra, aunque — por supuesto — esa valoración
agregada será muy de tomar en cuenta después de que se
haya culminado esa tarea por cuanto somos seres sociales.
En presencia de mujeres jóvenes, de madres jóvenes, con
inteligencia y sensibilidad evidentes — con humanidad — qué
fácil resulta comunicarse, discernir. Para estas jóvenes mujeres
el fracaso o el éxito no supone ser un balance sumario un valor
estático y definitivo… o la resultante de una lucha competitiva…
Para ellas — de más en más — vivir es y puede ser un logro
por sí mismo, una filosofía por sí misma, siempre y cuando
se haga dentro de parámetros ideológicos correctos con valores
entendidos correctos… Vivir es una responsabilidad permanente,
un quehacer — no ajeno al perfeccionismo acreedor del
mejor esfuerzo. Tampoco será ajeno a la cotidianidad, a la más
exquisita artesanía: la tarea de cada día.
¡AHORA! *No. 860* 19 de Mayo de 1980
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