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Carmen Quidiello de Bosch
decir la palabra Cuba); nos habla de compañero que es lo que
quiere decir la palabra guajiro, y nos dice, y ahora es Arrom el
que nos habla directamente, que la Cuba de hoy actualiza conceptos
taínos de gran expresividad y contenido que, por otra
parte, nunca quedaron en desuso del todo sino que se adhirieron
a la lengua que usó la Conquista dulcificándola con valores
imperecederos dentro del marco histórico- geográfico que nos
contiene.
José Juan Arrom no se detiene… Su verbo es amplio, polifacético
sin dejar de ser sereno y didáctico; abundoso sin ser
excesivo, pleno sin que se derrame una gota que está destinada
— que sirve — para calmar la sed: aquella que antes mencionábamos;
la sed que busca ser colmada — mitigada — por una
comunicación profunda que se logra sólo muy raras veces, y
que por lo mismo nos aqueja casi perennemente. El manantial
que es Arrom calma la sed de raíces no por reconocidas en el
campo de la plena conciencia, menos ávidas: la raíz santiaguera
de la niñez; la raíz Cuba… y la raíz taína instalada en esta tierra
benigna que nos servirá de tumba.
Arrom — su caudal de humanismo, y no de río tributario
— nos ha calmado en sugerente evocación vivencial a un grupo
de personas afortunadas la sed territorial del habla; la sed
histórica de las raíces profundas; la sed premiosa del porvenir
porque nos ha vuelto la fe en nuestro destino cultural. Por que
nos ha evocado a Martí en su calidad de escritor y de poeta,
pero sobre todo porque nos ha recordado que el pensamiento
de Martí, si tiene una indiscutible calidad intelectual y artística
difícilmente superable, tiene sobre todo un contenido de
sacrificio y de ejemplo que no ha sido en vano. Y que lo hace
imperecedero.
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¡AHORA! *No. 851* 17 MARZO 1980