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Reloj de Sol
Visnú, según su temperamento apacible y soñador, se conformaría
con añadir al fruto (a los frutos) apenas un toque, una
idea: la semilla. Luego, tras contemplarlas una en sus manos,
con esmero reverente tomó el tiempo (el pasado, el presente, y
el futuro), único elemento que todavía no había sido sometido
a inventario, y plegándolo cuidadosamente lo introdujo en
ellas para que éste — el tiempo — tomara un curso, que siendo
particular para cada especie, se conformara a una métrica… Es
decir, a un ritmo universal.
Así, Visnú sin sobrepasar su propia medida había hallado
el modo de convertirse también en creador, pero sin burlar a
Brahma (el supremo creador), ni a Shiva (el destructor poderoso
y certero). El pacto había sido respetado (esencial), había
solamente soñado en las semillas un sueño eterno e imperecedero…
La semilla quedaría, pues, como presente renovado; un
puente entre el pasado y el porvenir. Una pequeña estación de
relevo, tal como puede serlo el poeta…
Cumplido que fuera su designio — el de renovar las esencias
— ¿es que cabe dudar que Visnú, el visionario, el soñador,
fuera también en esencia y desde ese mismo acto de recreación
el primer poeta?
¡AHORA! *No. 941* 7 DE DICIEMBRE DE 1981
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